Balance
de nuestra época
LAS
FEMINISTAS GUERRILLERAS DEL SEXO
“Siempre
más consciente de su dignidad humana, la mujer ya no admite ser
considerada como un instrumento: exige ser tratada como una persona
tanto en su hogar como en la vida pública.”
Cuando
el Papa Juan XXIII con su exacto sentido de la justicia pronunció
esas palabras –sorprendentemente coincidentes con los conceptos
vertidos, casi en la misma época, por Betty
Friedan, “caudillo”
del movimiento
feminista norteamericano–
seguramente no calculaba
la carga
de agresividad que esa exigencia de ser “tratada
como una persona” iba a
desatar.
En
estos años implacables y violentos, la mujer está haciendo su
propia revolución. En todos los países, bajo todos los regímenes.
A las mujeres les faltaba un gesto para darle un hachazo definitivo a
sus ataduras con el pasado. Tenían
que
escabullirse de la famosa protección masculina, de esa caparazón
defensiva, y prisión
a la vez, en la que dormitaba apaciblemente la tradicional mujercita
tímida,
débil y doméstica; había
que cruzar una barricada. Y lo hicieron. Por supuesto, cuando se
lanzaron a la calle a exigir sus reivindicaciones con un ímpetu que
recordaba a las sufragistas de principios de siglo, fue
preciso reconocer que al fin, los movimientos feministas no son más
que un espejo que refleja las situaciones sociales: esas crisis
reflejan, de manera
vistosa aquellas
otras crisis más profundas, los problemas de una sociedad que
procura su madurez.
Para
la historia de las luchas y las conquistas femeninas, el año de 1970
fue sin duda muy importante. Fue en 1970, en efecto, que esa lucha se
radicalizó, se diversificó, se hizo en algunos casos tremebunda y
se amplió a los más diversos sectores. En el capítulo de las
conquistas, el 70 también fue un año fecundo: la enmienda a la
Constitución aprobada por la Cámara norteamericana y la ley del
divorcio en Italia –aún con la oposición de muchas mujeres–
pueden contarse entre ellas.
AÑO
1970: LAS ENCRUCIJADAS
El
día
de la gran protesta de las “panteras rosas” norteamericanas –ese
26 de agosto en
que se celebraban los cincuenta años del voto femenino, jornada
programada con paros generales de las trabajadoras, mítines,
conferencias, movilizaciones, etc.–
las sufragistas parisienses también realizaron sus demostraciones de
repudio a la “sociedad patriarcal”, y hasta colocaron sobre la
tumba del Soldado Desconocido una corona de flores con esta
inscripción:
“A
la mujer del Soldado Desconocido”,
declarando: “Celebramos esta manifestación
para recordar que siempre
hay alguien más desconocido que el Soldado Desconocido, y más
oprimido que el último de los oprimidos:
las mujeres”.
En
Dinamarca, las “medias rojas”, hijas espirituales de las
militantes “medias azules” inglesas del siglo XIX, hermanas
cuerdas de las desencadenadas “come-hombres” norteamericanas,
también
realizaron manifestaciones y
protestas
exigiendo sus “reivindicaciones”.
No
se limitaron a formar caravanas portando carteles y agitando
“brassieres”
–ya
se sabe que el “brassier”
es considerado por las
rebeldes como un símbolo
de esclavitud–:
por las calles de Copenhague llegaron a organizar una exposición
pública titulada: “La
condición
de mujerzuela de la mujer moderna”.
También provocaron disturbios durante la elección de Miss Dinamarca
(“símbolo
de la explotación de la mujer como objeto sexual”)
y protestaron
contra el Día
de la Madre (“hipócrita
exaltación de la
esclavitud doméstica”);
paralizaron el tránsito y hasta tuvieron encuentros violentos con
los obreros en un congreso
sindical.
En
Alemania Federal también se movilizaron el año pasado las
organizaciones
feministas, y lo hicieron además en Holanda y en México. En Francia
entre el 20 y el 22 de noviembre,
se realizó una
Asamblea Constituyente Femenina (en Versalles), a la que llamaron sus
organizadoras “Estados
generales
de la Mujer”, con
una obvia
cuanto irónica referencia histórica. El más difundido semanario
femenino francés “Elle”,
patrocinó
una encuesta en la que sobre todo se enjuiciaba
la institución llamada matrimonio. Lo que
no significó una novedad, ni mucho
menos exclusivamente francesa. Porque posiciones similares, y todavía
más radicales, han tomado
desde hace tiempo las norteamericanas.
En
Estados Unidos, en efecto, existen variadas organizaciones
feministas, algunas de las cuales difunden programas de inusitada
violencia: “Hay
que arrojar a los
hombres por la ventana”.
Por ejemplo Kate MiIlet, revolucionaria, aclamada
autora de “Sexual
Politics”,
todo un best-seller, conocida como “Ia Karl Marx del movimiento
feminista”, ha declarado “Hasta
hace cinco años, y
antes era todavía
peor, se habrían
dejado las cosas como estaban. Hoy, en cambio, con el Movimiento de
Liberación de la mujer, que se expande a ojos vistas en
todos los Estados Unidos y en muchas
otras partes del mundo, las ideas que expongo en mi libro incitan a
las mujeres a la acción y hacen pensar a los hombres, por lo menos a
los que no son muy “obtusos”.
Su organización
está preparando un film titulado “Tres
vidas”,
que será una feroz denuncia de la discriminación a la cual las
mujeres están todavía sujetas “en
esta sociedad creada para dar satisfacción
a los
hombres”.
Las
mujeres norteamericanas, como se ha apreciado en el correr
del año
pasado [1972],
se han vuelto muy aguerridas en lo referente a la igualdad
de los sexos. Les interesa, además terminar
con el mito de la “Matriarca yanqui”, tan difundido en el mundo.
Luego
de la publicación de su “Mística
de la femineidad”
y de su posterior militancia
activa, el nombre de Betty
Friedan ha llegado a ser tan conocido en su país
como el de Jackie Onassis, lo
que tal vez no sea un elogio. En calidad de líder,
fundadora de la Organización Nacional de Mujeres; “NOW”, autora
también de un himno titulado desafiantemente
“Liberación ahora”
algunos de cuyos versos
dicen: “Escapamos
de nuestra jaula. Somos algo
más que madres y
esposas con vidas
de segunda
mano”.
Betty
Friedan personifica, como quizás
ninguna otra de las que luchan por lo
mismo, ese gran movimiento feminista
que ha estado sacudiendo la
vida norteamericana.
Para
que la opinión pública se
entere de la verdad sobre millones de
compatriotas, Betty
Friedan fundó
su movimiento, el “NOW”, que
cuenta con más
de diez mil activistas. Tras su ejemplo han surgido
otras organizaciones algunas de tendencia
muy extremista, que se están
revelando peligrosamente combativas. Una de las luchadoras más
radicales, Dana Desmore, ha dicho “Deberíamos
desertar incluso de lecho conyugal. La actividad sexual
es fastidiosa, sólo
una pérdida de
tiempo”.
Mientras, Marlene Dixon, otra revolucionaria, proclamaba:
“Las
esposas y las madres deberían
rebelarse ante las obligaciones familiares.
El matrimonio es el principal instrumento para perpetuar la
esclavitud femenina”.
La
Friedan, menos belicosa, se muestra más razonable:
“Yo estoy por la alegría de vivir. Por tanto, nada de tragedias
familiares. Son sistemas que no ayudan a corregir injusticias”.
Estas
tendencias, sin embargo, están equilibradas por alguna otra,
sostenida por movimientos y organizaciones que hasta auspician el
mantenimiento de la supremacía masculina. Principal representante de
tal tendencia o corriente es Marie De Pasquale, de religión católica
y ascendencia italiana, fundadora del movimiento “MOM” (“Men
our master”, es decir, algo así como “los hombres son los
patrones”).
Marie
De Pasquale es soltera y trabaja como secretaria; afirma que, a pesar
de cumplir una actividad doble con respecto a la del hombre, cobra un
sueldo menor; pero no se lamenta por este estado de cosas, sino lo
encuentra hasta lógico y natural, dado que los hombres “pelean
y mueren por nosotras”. Los hombres, asegura Marie,
mantienen a las mujeres y les permiten vivir más y heredarlos;
además, son gentiles y caballeros; abren las puertas a las demas
[sic]; ayudan a ponerse el abrigo, les pagan sus diversiones, y saben
decir piropos.
Los
objetivos del “MOM” , creado recién en el año 1969, pero que ya
cuenta con miles de adherentes cuyas edades oscilan entre los 23 y
los 70 años, son los siguientes: “Reconocer la
fuerza física masculina y la capacidad del hombre para
hacer negocios, presupuestos indispensables para mantener la
superioridad masculina y garantizar la femineidad de la
mujer”.
El
enemigo más acérrimo del “MOM”, tan conformista, es una
agrupación extremista de concepciones revolucionarias: la “Women
lnternational Company from Hell”,
lo que vendría a significar, casi literalmente, “Compañía
Internacional de Mujeres del Infierno”. En realidad, las
iniciales de la sigla inglesa “witch” componen la palabra
“bruja”. De acuerdo a la teoría de sus afiliadas, las antiguas
brujas no habrían sido otra cosa que las primeras “guerrilleras”
auténticas que lucharon contra la opresión de la mujer. El actual
movimiento de estas brujas modernas tiende a un objetivo muy sencillo
pero muy radical: el matriarcado absoluto.
Así
están planteadas las cosas, en este terreno de las reivindicaciones
femeninas, para el correr del año 1973. Los hombres tendrán que ir
aprendiendo a usar el paracaídas, porque van a ser arrojados
masivamente por las ventanas.
Revista
Sucesos para todos, número 2068, enero 20 de 1973, México
D.F. páginas 26 a 30.
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