Tras
los descubrimientos, que hicieron imposible que el europeo siguiera
creyendo que todas las verdades se hayan en la religión y su libro
sagrado La Biblia, así como la exigencia generada por el
protestantismo de “leer” la propia Biblia e interpretarla, la
seguridad de poseer la verdad que caracterizaba al cristiano se
diluyó y una nueva actitud de duda caracterizaría al hombre
moderno. La filosofía se convirtió en gnoseología, al preguntarse
sobre la posibilidad de poseer un conocimiento real y verdadero sobre
las cosas.
En
su Discurso del Método Rene Descartes afrontará este problema y se
preguntará cómo puede estarse plenamente seguro de que el
conocimiento de las cosas es un conocimiento certero y confiable.
Descartes parte de la duda, como buen geómetra sabía que los entes
geométricos perfectos no existen en la naturaleza sino en la mente
de quienes los conciben, a pesar de que nuestros sentidos puedan
hacernos percibir tales en el mundo real. Es decir, que los sentidos
nos engañan y por tanto no son fiables. Así, el conocimiento que
entra por los sentidos (gusto, oído, olfato, vista y tacto) tampoco
puede ser confiable. ¿Cómo pues podemos estar seguros de que lo que
conocemos es fiable?
Descartes
Al
dudar de la fiabilidad del conocimiento empírico (el que entra por
los sentidos) Descartes llega a la certeza, la primer certeza, de su
existencia. Es decir, si yo pienso que nada de lo que percibo por los
sentidos es seguro, de lo único de lo que puedo estar seguro es de
que lo estoy pensando y si lo estoy pensando es porque existo.
“Pienso, entonces existo”, esa es la máxima cartesiana y
demuestra que para Descartes es más importante pensar que existir
simplemente, o que se existe porque se piensa no al revés.
Ahora
bien, cuando Descartes se convence de que existe porque piensa pasa a
un segundo nivel de pensamiento al preguntarse ¿qué es lo que
piensa? Y ahí obtiene una segunda certeza: piensa ideas.
En
un tercer nivel distingue Descartes tres tipos de ideas que se
piensan: como ya vimos están las ideas que nos entran por los
sentidos, pero como ya vimos esas ideas, que Descartes llama
“adventicias”, no son confiables. Luego halla otro tipo de ideas
que se forman con la combinación de las ideas adventicias, como la
idea de “sirena” - mitad pez, mitad mujer- o centauro -mitad
hombre, mitad caballo-. A esas ideas las llamará “ficticias”,
pero esas ideas tampoco son confiables.
Descartes
hallará la certeza que busca al percatarse de un tercer tipo de
ideas que él concibe como “innatas”, es decir como preconcebidas
en el ser humano desde el nacimiento. Estas son las ideas como la
“justicia”, la bondad, la belleza, la verdad. Es decir, Descartes
se percata que cuando el ser humano busca lo justo es porque sabe qué
es lo justo, pero es claro que esa idea no entró por ninguno de los
sentidos, ni se formó a partir de ideas que entraron por los
sentidos, sin embargo el ser humano cuenta con esas ideas. Lo mismo
sucede con lo bello, lo verdadero o lo bueno. Para Descartes tales
ideas vienen con el ser humano desde su nacimiento. ¿Pero cómo es
esto posible? ¿cómo puede alguien poseer ideas antes de nacer?
Como
cristiano del siglo XVII Descartes no puede sino concebir que algún
poder sobrenatural es capaz de inducir en el ser humano las ideas
innatas antes del nacimiento, es decir para Descartes la existencia
de las ideas innatas es prueba de la existencia de Dios, y esa es su
cuarta certeza: Dios existe.
La
prueba de la existencia de Dios, a la que Descartes llegó por medio
del razonamiento, era lo que él necesitaba para tener la certeza de
la existencia del mundo y del conocimiento que de éste se tiene,
pues si Dios existe, entonces existe el mundo que él creó, lo mismo
que la razón, también por él creada, y ésta puede conocer el
mundo de una forma cierta. O sea que la filosofía cartesiana, que
hoy conocemos como “racionalista” por usar la razón como método
de conocimiento, le dará a Descartes la certeza de que el mundo
natural puede ser conocido por la razón humana resolviendo su duda
inicial.
David Hume
La
filosofía racionalista sería llevada a otro nivel por los filósofos
empiristas como John Locke o David Hume quienes asumen con gusto que
es la razón el método de conocimiento de la realidad, pero a
diferencia de Descartes los empiristas no aceptan la existencia de
las ideas innatas y preconcebidas, que le daban certeza al
conocimiento cartesiano, para los empiristas el conocimiento sólo
puede provenir de la experiencia de las cosas y ésta experiencia se
obtiene forzosamente por los sentidos. Los seres humanos nacen como
hojas blancas en las que la experiencia va poco a poco “escribiendo”
el conocimiento. El planteamiento del empirismo es que “solo se
puede conocer aquello que se puede experimentar”, de ahí que el
empirismo derivará en agnosticismo -no se puede conocer, si se
pudiera conocer no se podría transmitir su conocimiento- y en
utilitarismo agnóstico -”no es útil tratar de conocer aquello que
no se puede conocer”, por lo que es más útil dedicarse a conocer
las cosas que sí pueden conocerse: las cosas de la naturaleza.
Tenemos
ya así el planteamiento de los llamados “filósofos” de la
Ilustración, que asumirán posturas “deístas” -hay un dios que
creó a la naturaleza que funciona por sí misma sin la necesidad de
la intervención constante del mismo dios, así mismo hay una razón
humana, también creada, capaz de comprender la naturaleza-, pero
también otras escepticas o francamente ateas. Todas derivadas del
uso de la razón y el abandono de los dogmas religiosos.