jueves, 12 de marzo de 2020

La Ilustración. Posturas filosóficas




Tras los descubrimientos, que hicieron imposible que el europeo siguiera creyendo que todas las verdades se hayan en la religión y su libro sagrado La Biblia, así como la exigencia generada por el protestantismo de “leer” la propia Biblia e interpretarla, la seguridad de poseer la verdad que caracterizaba al cristiano se diluyó y una nueva actitud de duda caracterizaría al hombre moderno. La filosofía se convirtió en gnoseología, al preguntarse sobre la posibilidad de poseer un conocimiento real y verdadero sobre las cosas.
En su Discurso del Método Rene Descartes afrontará este problema y se preguntará cómo puede estarse plenamente seguro de que el conocimiento de las cosas es un conocimiento certero y confiable. Descartes parte de la duda, como buen geómetra sabía que los entes geométricos perfectos no existen en la naturaleza sino en la mente de quienes los conciben, a pesar de que nuestros sentidos puedan hacernos percibir tales en el mundo real. Es decir, que los sentidos nos engañan y por tanto no son fiables. Así, el conocimiento que entra por los sentidos (gusto, oído, olfato, vista y tacto) tampoco puede ser confiable. ¿Cómo pues podemos estar seguros de que lo que conocemos es fiable?


Descartes
Al dudar de la fiabilidad del conocimiento empírico (el que entra por los sentidos) Descartes llega a la certeza, la primer certeza, de su existencia. Es decir, si yo pienso que nada de lo que percibo por los sentidos es seguro, de lo único de lo que puedo estar seguro es de que lo estoy pensando y si lo estoy pensando es porque existo. “Pienso, entonces existo”, esa es la máxima cartesiana y demuestra que para Descartes es más importante pensar que existir simplemente, o que se existe porque se piensa no al revés.
Ahora bien, cuando Descartes se convence de que existe porque piensa pasa a un segundo nivel de pensamiento al preguntarse ¿qué es lo que piensa? Y ahí obtiene una segunda certeza: piensa ideas.

En un tercer nivel distingue Descartes tres tipos de ideas que se piensan: como ya vimos están las ideas que nos entran por los sentidos, pero como ya vimos esas ideas, que Descartes llama “adventicias”, no son confiables. Luego halla otro tipo de ideas que se forman con la combinación de las ideas adventicias, como la idea de “sirena” - mitad pez, mitad mujer- o centauro -mitad hombre, mitad caballo-. A esas ideas las llamará “ficticias”, pero esas ideas tampoco son confiables.
Descartes hallará la certeza que busca al percatarse de un tercer tipo de ideas que él concibe como “innatas”, es decir como preconcebidas en el ser humano desde el nacimiento. Estas son las ideas como la “justicia”, la bondad, la belleza, la verdad. Es decir, Descartes se percata que cuando el ser humano busca lo justo es porque sabe qué es lo justo, pero es claro que esa idea no entró por ninguno de los sentidos, ni se formó a partir de ideas que entraron por los sentidos, sin embargo el ser humano cuenta con esas ideas. Lo mismo sucede con lo bello, lo verdadero o lo bueno. Para Descartes tales ideas vienen con el ser humano desde su nacimiento. ¿Pero cómo es esto posible? ¿cómo puede alguien poseer ideas antes de nacer?
Como cristiano del siglo XVII Descartes no puede sino concebir que algún poder sobrenatural es capaz de inducir en el ser humano las ideas innatas antes del nacimiento, es decir para Descartes la existencia de las ideas innatas es prueba de la existencia de Dios, y esa es su cuarta certeza: Dios existe.
La prueba de la existencia de Dios, a la que Descartes llegó por medio del razonamiento, era lo que él necesitaba para tener la certeza de la existencia del mundo y del conocimiento que de éste se tiene, pues si Dios existe, entonces existe el mundo que él creó, lo mismo que la razón, también por él creada, y ésta puede conocer el mundo de una forma cierta. O sea que la filosofía cartesiana, que hoy conocemos como “racionalista” por usar la razón como método de conocimiento, le dará a Descartes la certeza de que el mundo natural puede ser conocido por la razón humana resolviendo su duda inicial.

David Hume

La filosofía racionalista sería llevada a otro nivel por los filósofos empiristas como John Locke o David Hume quienes asumen con gusto que es la razón el método de conocimiento de la realidad, pero a diferencia de Descartes los empiristas no aceptan la existencia de las ideas innatas y preconcebidas, que le daban certeza al conocimiento cartesiano, para los empiristas el conocimiento sólo puede provenir de la experiencia de las cosas y ésta experiencia se obtiene forzosamente por los sentidos. Los seres humanos nacen como hojas blancas en las que la experiencia va poco a poco “escribiendo” el conocimiento. El planteamiento del empirismo es que “solo se puede conocer aquello que se puede experimentar”, de ahí que el empirismo derivará en agnosticismo -no se puede conocer, si se pudiera conocer no se podría transmitir su conocimiento- y en utilitarismo agnóstico -”no es útil tratar de conocer aquello que no se puede conocer”, por lo que es más útil dedicarse a conocer las cosas que sí pueden conocerse: las cosas de la naturaleza.

Tenemos ya así el planteamiento de los llamados “filósofos” de la Ilustración, que asumirán posturas “deístas” -hay un dios que creó a la naturaleza que funciona por sí misma sin la necesidad de la intervención constante del mismo dios, así mismo hay una razón humana, también creada, capaz de comprender la naturaleza-, pero también otras escepticas o francamente ateas. Todas derivadas del uso de la razón y el abandono de los dogmas religiosos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario