Conocemos
como la época de la Ilustración al fragmento de la Historia que
abarca los siglos XVII y XVIII en que la humanidad europea y
americana se alejaron de la concepción cristiana (religiosa) del
universo y sus fenómenos y adoptaron una perspectiva científica,
racional, de la mano del desarrollo científico y con el amparo de
las matemáticas para la explicación de dichos fenómenos. Dios fue
trocado por la naturaleza en la explicación del mundo tanto natural
como social.
Como
vimos anteriormente, los descubrimientos teóricos, geográficos,
astronómicos y naturales1,
así como el desarrollo de las matemáticas, generaron un cambio en
la forma de concebir el mundo que de pronto apareció a los ojos
humanos como un mundo que funcionaba de acuerdo con “leyes
naturales e invariables” susceptibles de conocerse por la vía de
la razón. Mucho tuvo que ver con esto el desarrollo de la física
newtoniana que aportó una concepción mecanicista del funcionamiento
del universo, sin intervención divina.
El
ser humano occidental se sintió libre de indagar al mundo apoyándose
en las matemáticas y en el nuevo método inductivo (basado en la
experimentación) desarrollado por Francis Bacon en el siglo XVII,
dando paso con ello al desarrollo científico. Por su parte, la
Revolución Industrial impulsada por el crecimiento de mercados de
consumo, así como la apropiación de los centros de abastecimiento
de materias primas, vía la colonización y conquista de las tierras
recién “descubiertas” por los europeos en África, Asia y
América provocó el desarrollo tecnológico y armamentístico sobre
el que se estableció el poderío de los países occidentales.
Todo
lo anterior generó el optimismo científico-naturalista que llevó a
los occidentales a pretender encontrar las “leyes naturales e
invariables” que gobiernan los fenómenos naturales, pero también
en campos sociales como la economía y la política.
El
enciclopedismo
El
conocimiento racional de las cosas se puso de moda y los espíritus
más emprendedores se avocaron a compendiar el conocimiento
científico de la época generando un basta obra de 35 tomos en la
que se tocaron todos los ámbitos del conocimiento: La Enciclopedia.
Se reconoce a los franceses Denis Diderot y Jean le Rond D’Alembert
como los impulsores de la Enciclopedia, en ella participaron con
bastos artículos los pensadores de la época tales como Holbach,
Montesquieu, Quesnay, Rousseau, Turgot y Voltaire entre otros.
Diderot
Economía
La
política económica propia de la época y que era seguida por los
países europeos, que en su mayoría eran monarquías (si bien la
inglesa era una monarquía de tipo parlamentario) era el llamado
mercantilismo económico que se basa principalmente en la idea de la
acumulación de metales preciosos, como el oro y la plata, como la
base de la riqueza. Tal concepción inhibía el comercio y la
circulación de capitales. Además limitaba la producción, que como
el comercio, quedaban en manos de quien el rey concediera.
La
tendencia a buscar las bases naturales de las cosas llevó a algunos
economistas a crear la doctrina denominada “fisiocracia”
(gobierno de la naturaleza) que proponía, de la mano de François
Quesnay, que la base de la riqueza es la agricultura, porque sólo
ésta crea un producto fungible que no genera disminución de la
materia usada para crearla, sino todo lo contrario. Así pues, la
agricultura es la principal actividad económica, mientras que la
industria y el comercio son actividades económicas estériles, pues
sólo transforman y circulan –no multiplican– la materia, no
crean nada nuevo, como sí ocurre con la agricultura.
Quesnay
Hacia
1776 apareció en Europa una nueva doctrina económica denominada
liberalismo económico cuyo artífice fue el filósofo y economista
escocés Adam Smith. En su obra Indagación acerca de la naturaleza y
las causas de la riqueza de las naciones propone que es el trabajo y
no la acumulación de metales preciosos, ni la agricultura, el
verdadero origen de la riqueza, mientras que el comercio es el medio
natural de distribución de las riquezas. De ahí que los estados que
aspiren a generar riqueza no deben poner trabas (impuestos,
alcabalas, prohibiciones) a la producción y distribución (comercio)
de la riqueza sino dejar estas en libertad, ya que existen leyes
naturales invariables como las de la oferta y la demanda que
regularían “como una mano invisible” a la economía, pues el
individuo es el mejor defensor de sus propios intereses, y en ese
juego económico se crearían las bases de la riqueza de las naciones
que poco a poco permearían en pirámide la riqueza hasta a las
clases sociales populares incluso.
El
pensamiento político
Liberados
del dogma y los prejuicios religiosos los europeos del siglo XVIII,
la doctrina del derecho divino no podía sostenerse más por si misma
y fue necesario buscar formas más racionales de explicar el por qué
debían existir los gobiernos y las personas someterse a estos.
Surgió
entonces la teoría del Estado de naturaleza y el contrato social de
la mano de pensadores como Thomas Hobbes, inglés cercano al rey
Carlos I, a quien se le detonaría la llamada revolución puritana y
terminaría decapitado, acusado de traición, cien años antes de la
revolución francesa y la decapitación de Luis XVI.
Para
explicar el surgimiento del Estado Hobbes suponía una época salvaje
que llamó estado de naturaleza, donde no había ley ni reyes ni
gobierno alguno, donde sólo imperaba la "ley del más fuerte".
Los seres humanos vivían en constante inseguridad, a expensas y
temerosos unos de otros. Dicha situación se convertía en "una
guerra de todos contra todos".
Como
era insensato vivir en tal situación, la razón (como ley natural)
llevó a los humanos a buscar salir de la misma estableciendo un
acuerdo (un contrato social) según el cual harían leyes que todos
debían obedecer a cambio de seguridad.
Para
obligar a todos a seguir las leyes era necesario alguien que tuviera
el poder de hacer cumplir a todos y estableciera justicia, un "primus
inter pares", un monarca "soberano", un rey. De ahí
que lo eligieron y sometieron su voluntad a la voluntad del soberano
y lo dotaron del poder de tener ejércitos y de obligar. Por eso
existen los reyes y no por derecho divino. A cambio los súbditos
obtuvieron seguridad.
Como
podemos ver Hobbes con su teoría apoya y explica el derecho de los
reyes a ser "absolutos". Sin embargo explica el surgimiento
del Estado, y la existencia de los reyes, de una forma racional y no
religiosa, y dicha forma sería seguida y mejorada por otros
pensadores políticos como John Locke, Montesquieu y Rousseau.
El Estado de Hobbes
John
Locke también era inglés y pertinentemente militaba en las filas
contrarias a Thomas Hobbes, del lado de los revolucionarios
puritanos. Desde su punto de vista la explicación de Hobbes del
estado de naturaleza era lógica pero imprecisa, no era una guerra de
todos contra todos ni una época de inseguridad sino todo lo
contrario: era una época de perfecta libertad en la que los seres
humanos podían disfrutar de sus bienes a su antojo. Sólo había un
problema: no había nadie que impidiera que unos se aprovecharan de
los bienes de otros, que impusiera justicia y garantizara a los
ciudadanos el libre disfrute de sus derechos. Por y para eso los
humanos crearon al Estado y eligieron a los reyes.
Como
buen burgués Locke reconoce a los humanos, además del derecho a la
seguridad aceptado por Hobbes, el derecho a la propiedad, a la
libertad y el derecho a la felicidad.
Lo
"revolucionario" en Locke estriba en que también concede
el derecho a la rebelión si el soberano no cumple con su parte del
trato que es garantizar a los súbditos el libre disfrute de sus
derechos. Ellos los pusieron, ellos los pueden quitar.
Por
su parte, Francois Marie Arouet Barón de Montesquieu no era inglés
sino francés y a pesar de ser noble (y francés) veía en el sistema
inglés de gobierno (la monarquía parlamentaria) la mejor forma de
gobierno porque creía que establecía un sistema de pesos y
contrapesos que impedía el absolutismo y la tiranía. Lo llamó
República.
Por
otra parte, en su obra El Espíritu de las leyes reflexiona sobre que
las leyes las hacen los humanos y deben adaptarse a las condiciones
(físicas, ideológicas, costumbres) de los pueblos para las que
fueron creadas.
Montesquieu
distingue entre la naturaleza y el principio de los gobiernos: a la
monarquía corresponde ser el gobierno de uno solo y su principio es
el honor, a la tiranía corresponde ser el el gobierno de un tirano y
su principio es el temor, ya que se basa en él. Mientras que a la
República corresponde ser un gobierno donde existe la división de
poderes y el equilibrio entre ellos, y su principio es la virtud. En
una república se requiere que sus ciudadanos sean virtuosos porque
cualquiera de ellos puede tener un cargo de representación o de
función pública.
Finalmente
Jean Jacques Rousseau, suizo de habla francesa, desarrolla su teoría
política en su obra El Contrato Social en la que destaca su
argumentación que le confiere el mote de padre de la democracia. En
ella Rousseau se pregunta por qué el ser humano habiendo nacido
libre (en el estado de naturaleza) se encuentra en todas partes
encadenado, es decir sometido a los gobiernos. Y se cuestiona también
sobre cuál es el mejor sistema de gobierno.
Rousseau
parte también de la concepción de un estado de naturaleza, pero a
diferencia de sus antecesores para él este es un estado perfecto,
simple y feliz en el que los seres humanos vivían en perfecta
igualdad que se perdió con la llegada de la tecnología. La posesión
de la tecnología bélica género la desigualdad entre los humanos y
desembocó en la tiranía. Por eso es que se encuentran
"encadenados".
Ahora
bien, dado que el estado de perfecta armonía era el estado de
naturaleza habría que volver a él. Esto lo lleva a responder a su
pregunta sobre la mejor forma de gobierno: es aquella en la que el
ser humano a pesar de vivir bajo un gobierno siga siendo libre, es
decir la democracia, donde gobierna la voluntad general expresada en
las leyes.
Las
leyes son entonces la expresión de la voluntad general y ésta se
manifiesta a través del voto.
Rousseau
concibe un gobierno con gobernantes electos por elección popular y
representativo, dado que la democracia directa en los estados
populosos no es posible.
Vemos
entonces como el siglo XVIII fue testigo del transitar de
concepciones político económicas y socio culturales todavía
ancladas en la edad media hacia otras de corte racionalista y que
echaban por tierra los cimientos del antiguo régimen abriendo camino
a manifestaciones revolucionarias que terminarían por cambiar las
estructuras de poder y establecer una nueva configuración social que
con sus bemoles perduraría hasta nuestros días.
1 Entre
estos últimos podemos ubicar el descubrimiento de la microbiología
llevada a cabo por Anton Von Leeuwenhoek hacia fines del siglo XVII
y principios del XVIII. También el descubrimiento de la proporción
áurea como existente en la naturaleza, misma que empezó a ser
vista como una naturaleza “concebida en términos matemáticos”
y por lo tanto susceptible de ser medida y comprendida
científicamente en su funcionamiento.
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