lunes, 27 de mayo de 2019

REGLAMENTO INTERIOR DE TRABAJO DE LAS FABRICAS DE PUEBLA Y TLAXCALA PROPUESTO POR LOS PATRONES 1906

lo.‑Son horas de trabajo desde las 6 de la mañana hasta las 8 de la noche (dando 45 minutos para el almuerzo y otros tantos para la comida) con excepción del martes de Carnaval, que se parará a la hora de la comida, y de los siguientes días, que se suspenderán los trabajos a las 6 de la tarde:

El 15 de septiembre.

El 24 de diciembre.

Todos los sábados.

El toque de llamado se dará 5 minutos antes de la hora de entrada y en la mañana, además, se darán 2 toques de prevención a las 5.30 y 5.45.

En las fábricas que velan, los operarios de velada entrarán antes que salgan los de día.

2o.‑No se permitirá la entrada a la fábrica a ningún operario que se encuentre o aparente estar en estado de ebriedad.

3o.‑A los obreros que trabajen de día y a los tejedores en general, se les rayará los sábados, de manera que la raya quede terminada a las seis de la tarde. A los demás se les rayará el domingo a las 6 de la mañana.

Ningún operario tendrá derecho a pedir que se le raye antes del tiempo señalado arriba, aun cuando por alguna falta que haya cometido o por cualquier otra causa no trabajare algunos días de la semana.

Es potestativo para la administración rayar a los obreros los sábados o en el momento que dejen de trabajar o sean separados de la fábrica.

4o,‑Está enteramente prohibido golpear a nadie. Los dependientes son representantes de la administración y el obrero está obligado a respetarlos como tales.

5o.‑Está prohibido a los maestros, correiteros y en general a todo empleado, el cobrar cantidad alguna por facilitar trabajo a los obreros, bajo pena de separación inmediata de la fábrica.

6o.‑Los maestros se entenderán con la gente de la sección que les corresponda como delegados de la administración bajo las instrucciones y responsabilidades de éste. Cuidarán de que las máquinas correspondientes a sus secciones estén siempre al corriente y si por deficiencia de ese cuidado las máquinas no hacen buen trabajo o tienen interrupciones, es obligación de los operarios que en ella trabajen el dar cuenta a la administración para que ponga el remedio.

7o.‑Es obligación de todo operario, cuidar de la conservación de las máquinas que están a su cargo y de los útiles que emplea en la fábrica, así como levantar los carretes, "canillas" y cualesquiera otros objetos que vinieran al suelo cerca de sus máquinas.

Las canillas se entregarán contadas a los tejedores y se recibirán en igual forma, y las que falten o hayan sido destruidas intencionalmente, a juicio de la administración, las pagarán por su costo, lo mismo que las lanzaderas que se encuentren en igual caso.

8o.‑Durante las horas de trabajo no se permitirá la lectura ni ningún otro entretenimiento, quedando prohibido introducir a la fábrica periódicos, impresos o manuscritos, así como armas, cerillos, etc.

9o.‑Todo acto que cause perjuicio o desorden, lo corregirá la administración a su juicio, llegando hasta la expulsión, cuando lo considere necesario.

10o.‑Siempre habrá papel en los excusados, y para evitar abusos que cometan algunos obreros llevando algodón o hilaza a esos lugares, se registrará a los operarios a la entrada, siempre que se crea conveniente, a juicio de la administración.

11o.‑La administración señalará las indemnizaciones que merezcan los tejidos defectuosos, dejando al operario la elección entre satisfacer esa indemnización o pagar el valor de la pieza defectuosa. Las manchas de aceite se considerarán como uno de los defectos de los tejidos.

12o.‑Queda prohibido a todo operario admitir huéspedes sin permiso de la administración, en las habitaciones que la fábrica proporciona. El operario que ocupe alguna de estas habitaciones y se separe del trabajo por cualquier motivo, está obligado a desocuparla en el acto en que se ponga a su disposición la raya, en atención a la necesidad que tiene la fábrica de disponer de las casas para los nuevos operarios que entren a trabajar.

13o.‑Son días de fiesta, además de los domingos:

lo. de enero,
6 de enero,
2 de febrero,
19 de marzo,
25 de marzo,
Jueves, viernes y sábado de la Semana Mayor,
5 de mayo,
Jueves de Corpus,
24 de junio,
29 de junio,
15 de agosto,
8 de septiembre,
16 de septiembre,
29 de septiembre (en Puebla y Atlixco),
lo. y 2 de noviembre,
8 de diciembre,
12 de diciembre y
25 de diciembre.

ARTICULO TRANSITORIO:‑Los administradores de cada fábrica cuidarán de que siempre esté un ejemplar de este Reglamento en lugar visible, para conocimiento de los operarios.

Puebla, Pue., 3 de diciembre de 1906

Ezequiel Montes Rodríguez, La Huelga de Río Blanco, México, El Autor, 1965. Tesis de maestría en Historia (de México), UNAM, Facultad de Filosofía y Letras. pp. 116-119


Algunas imágenes de una fábrica textil de la época, aunque en los E.U. e Inglaterra, en la siguiente liga: https://howlingpixel.com/i-en/Cotton_mill

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lunes, 20 de mayo de 2019

Imperialismo Siglo XIX

Decadencia del imperialismo a principios del siglo XIX

Al principiar el siglo XIX hay una serie de factores que determinan la decadencia del imperialismo.

1. La independencia de Estados Unidos.

Al independizarse las trece colonias inglesas en América a fines del siglo XVIII, Inglaterra perdió la más poblada de sus colonias, y un nuevo país independiente, de origen europeo, destinado a la grandeza, apareció en el Continente Americano. Inglaterra vio terminado no sólo el dominio político sino también el económico al romperse el monopolio comercial que ejercía sobre estas colonias.

2. Pérdida de España de sus colonias en América.

En el lapso comprendido entre 1810 a 1826, España perdió casi todas sus colonias en América. La vida económica española se resintió considerablemente al perder su gran imperio colonial, sobre el que descansó por mucho tiempo la supremacía de España en el Continente Europeo. Mientras tanto, en los países independientes la vida económica se intensificó; se establecieron relaciones comerciales entre las naciones hispanoamericanas entre sí y con los Estados Unidos y Europa.

3. Oposición del liberalismo económico al colonialismo.

Los movimientos de independencia en América se debieron en gran parte a las restricciones mercantilistas de las naciones dominadoras que impedían el libre comercio en sus colonias. El caso típico de la eficacia del liberalismo económico es el de Inglaterra y Estados Unidos; su comercio fue más próspero para ambas cuando esta nueva nación obtuvo su independencia.


Resurgimiento del imperialismo a partir de la década de los setentas del siglo XIX

Son muy diversas las causas que contribuyeron al resurgimiento del imperialismo y al afán de obtener posesiones coloniales de ultramar a partir de 1870. Entre ellas figuran las siguientes:

1. Económicas.

La Revolución Industrial había mejorado notablemente los medios de transporte y de comunicación entre los pueblos. También había mayor demanda de materias primas y de mercados en los que podían venderse los artículos fabricados. Así que las naciones se afanaron por asegurarse mercados para la adquisición de materias primas, como mercados para el consumo de los productos elaborados en sus fábricas: esto es lo que se denomina imperialismo económico.


2. Sociales.

Algunos gobiernos pensaron que las colonias se convertirían en regiones hacia las cuales podría emigrar la población sobrante. Muchos negociantes, inversionistas; bancos y compañías, estaban convencidos de que las colonias les ayudarían a realizar grandes ganancias y algunos estadistas ambiciosos creyeron que podían aumentar su prestigio mediante la expansión imperialista de su país.

3. Políticas y militares.

Los jefes de gobierno consideraron que adquiriendo nuevas colonias podrían afianzar el dominio que ejercían sus respectivos países en el extranjero, aumentar su poderío militar y fortalecerlo en caso de guerra.

4. Nacionalistas.

Durante el siglo XIX los sentimientos nacionalistas impulsaron a los diversos pueblos a que sus respectivos países sobresalieran por la extensión de su imperio. El Imperialismo se consideraba como un símbolo de triunfo.

5. Filantrópicas.

Muchos hombres pensaron que su país tenía el deber de educar y “civilizar” a los habitantes de otras regiones de la tierra. Otros grupos, movidos por el celo apostólico, quisieron propagar el cristianismo entre los demás pueblos del mundo. Todas estas causas propiciaron las actividades imperialistas en el Extremo Oriente, África, la América Latina y otros lugares Así fue como los negociantes y los soldados de Inglaterra, Francia, Alemania y otros países, llevaron el dominio europeo y las formas de vida occidental a los pueblos más lejanos de nuestro planeta.


Reparto del África Tropical entre los países europeos

África Tropical atrajo la atención de los países europeos el siglo pasado, ya que en este fascinante continente había ricos yacimientos de diamantes, oro y cobre, y oportunidades comerciales sin límite. Y había pueblos que parecían ser presa fácil para los europeos, cuya ambición era aumentar sus posesiones y sus riquezas o establecer reformas. Hacia el año de 1870, África se convirtió en el blanco principal del imperialismo europeo.

El África Tropical que abarca la mayor parte del centro de este continente era un misterio para la civilización. Los ingleses Speke, Burton y Baker descubrieron las fuentes del Nilo entre 1860 y 1864. Otros muchos viajeros, alemanes como Barth y Nachtiegal, por una parte, y el francés René Caillé, por otra, fueron los primeros en explorar los vastos desiertos del Sahara; Binger Foureau, Monteil y Lamy, franceses, exploraron la región de las estepas del Sudán y descubrieron el río Níger y el Lago Chad. El inglés D. Livingstone, el francés Brazza y el americano Stanley descubrieron y exploraron al sur del Sudán, las regiones forestales ecuatoriales regadas por el gigantesco río Congo. Y cuando el secreto del África Tropical quedó descubierto, principió el reparto del continente. Las potencias europeas compitieron entre sí para apoderarse de los territorios que descubrían y explotaban; entre éstas estaban lnglaterra, Francia, Alemania y Bélgica.

Una de las adquisiciones más importantes en el reparto fue el dominio del Congo, cuyo territorio era ochenta veces más grande que Bélgica y fue declarado posesión particular del rey Leopoldo II.

Los franceses establecieron sus colonias a lo largo de las regiones costaneras del Senegal, Dahomey, la Guinea Francesa y la Costa de Marfil; luego penetraron en el área del desierto del Sahara. Con el tiempo, formaron un gran imperio en el África Occidental Francesa.

Los alemanes entre 1884 y 1891 se apoderaron de Togo, África Suroccidental Alemana y el Camerún. La Gran Bretaña, considerada por muchos alemanes como su rival más peligrosa, fundó la importante colonia de Nigeria y otras más pequeñas en la costa occidental.

Tanto los alemanes como los ingleses compitieron también por el dominio del África Oriental.


La situación de África del Norte

Franceses, ingleses e italianos rivalizaron para obtener concesiones que les permitieran explotar África del Norte. Francia invadió Argelia con pretextos políticos y militares: una vez sometidos los argelinos en 1871, invadió Túnez (1881) y lo ocupó como su colonia. La división de África entre varias potencias europeas trajo consigo frecuentes amenazas de guerra que se resolvieron mediante alianzas y tratados hasta que se originó la Primera Guerra Mundial en 1914, después de la cual muchos de los imperios coloniales desaparecieron, para hacer un nuevo reparto del mundo entre los vencedores.

A mediados del siglo XIX Egipto todavía era parte del Imperio Otomano, pero cada vez funcionaba más como un país independiente. Durante el gobierno de Ismail, quien era un individuo ambicioso que deseaba europeizar a Egipto, parecía que el país marchaba hacia una completa independencia. Ismail adoptó el título de khedive o virrey e inició proyectos muy ambiciosos, como ferrocarriles, líneas telegráficas y la modernización de los puertos. Pero Ismail fue también el manirroto más famoso de su época y gastaba dinero en forma muy desordenada. En esta forma se fue endeudando terriblemente con bancos europeos en los cuales conseguía préstamos a intereses exorbitantes.

Egipto adquirió una importancia especial el año de 1869 al abrirse el canal de Suez. Esta obra fue construida por una compañía francesa y financiada en gran parte por el khedive. Los ingleses no mostraron en un principio mucho interés por la obra, pues no creyeron que funcionara. Pero tan pronto como se abrió se dieron cuenta de que su control era importante, ya que era la ruta vital para su imperio en la India. El año de 1875 Ismail, imposibilitado para pagar los intereses de la deuda, vendió sus acciones del canal al gobierno inglés.

Pero las finanzas del khedive se encontraban tan revueltas que al año siguiente, tuvo que ponerlas bajo un “control dual" de Francia e Inglaterra.

Tres años después, fue depuesto al tratar de desalojar a los extranjeros y su sucesor tuvo que someterse al control dual; esto provocó una rebelión de algunos de sus súbditos. Los franceses se negaron a usar la fuerza, pero los ingleses bombardearon Alejandría, desembarcaron un ejército y restauraron al khedive. Este, de aquí en adelante, fue manejado totalmente por los ingleses y Egipto de hecho se convirtió en un protectorado de Inglaterra.

Por lo tanto, para el principio de la Primera Guerra Mundial, África había quedado repartida entre las naciones europeas. Las únicas excepciones eran Abisinia y Liberia. El primero de estos países logró conservar su independencia al derrotar, el año de 1896, a los italianos que lo quisieron conquistar. Liberia se formó con negros que habían sido esclavos en los Estados Unidos, cuya libertad había sido comprada por ciertas sociedades benéficas y luego trasladados a un territorio que habían adquirido en África, por lo que este país estaba hasta cierto punto protegido por los Estados Unidos.


El imperialismo en China

China fue una de las naciones más afectadas por el imperialismo europeo. Los ingleses particularmente tenían un gran interés en comerciar con el Imperio Chino, cerrado desde hacía siglos al comercio europeo. Los ingleses, amos de la India, deseaban mayores derechos para comerciar con la China que les imponía muchas restricciones. A pesar de ello, por medio del contrabando introducían en China grandes cantidades de opio. El gobierno chino, al ver las consecuencias fatales de esta droga, hizo arrojar al mar miles de pacas de opio. Inglaterra en respuesta le declaró la llamada Guerra del Opio (1839-1842). Los chinos fueron vencidos fácilmente por el ejército invasor. El gobierno chino tuvo que pedir la paz, firmándose el Tratado de Nankín (1842) con las siguientes estipulaciones:

  1. Cesión definitiva de la isla de Hong Kong a Inglaterra (aún ahora la sigue conservando).
  2. Apertura de cinco grandes puertos chinos, principalmente Cantón, Shangai, para el comercio y el establecimiento de los extranjeros.
  3. Admisión de cónsules europeos en China.
  4. Liberación de los prisioneros ingleses y pago de una fuerte indemnización de guerra.
Los Estados Unidos, Francia, Bélgica, Prusia, Holanda y Portugal pidieron y obtuvieron privilegios. Además, lograron el derecho de extraterritorialidad, esto es, el derecho de los extranjeros de ser juzgados en tribunales propios, de acuerdo con sus propias leyes, por delitos cometidos en China; lo cual indignó a los chinos al sentir reducida su soberanía dentro de su propio país. En 1856 Inglaterra y Francia comenzaron una nueva guerra con China; los europeos salieron victoriosos y consiguieron que se abrieran diez puertos más al comercio extranjero; se permitió a los europeos viajar por el interior del país, se legalizó el comercio del opio y se dio protección a los misioneros extranjeros.

Con estas infortunadas guerras, la dinastía Manchú fue perdiendo prestigio y hubo rebeliones contra ella y contra los extranjeros; pero las naciones occidentales seguían tratando de afirmar y ensanchar sus posesiones dentro de China ya que se construyeron ferrocarriles y se tendieron líneas telegráficas. Algunas tropas se organizaron a la europea, pero los chinos siguieron mostrándose hostiles para con los blancos; apareció un fuerte sentimiento nacional y en 1900 estalló por fin la lucha. Una sociedad secreta, los boxers, que asesinaron a cerca de 300 extranjeros, sitiaron las legaciones extranjeras y atacaron a los chinos cristianos.

Las potencias occidentales enviaron una expedición conjunta en auxilio de los que se encontraban sitiados en Pekín. Los soldados extranjeros saquearon la ciudad, los boxers fueron sometidos y China fue obligada a pagar una fuerte indemnización y a conceder a las naciones extranjeras mantener fuerzas armadas en Pekín y en Tientsin. En los tratados firmados entre China y los países extranjeros favorecieron en mucho a los últimos, pero los chinos, como nación, era respetada su integridad, abandonándose la idea de reparto.

El gobierno se dio cuenta de que China debía modernizarse para conservar su “independencia” y progresar; entonces se aprobaron muchas de las reformas propuestas por el emperador. Se establecieron escuelas oficiales que enseñaban inglés y otros estudios occidentales, así como los asuntos chinos; y muchos jóvenes fueron enviados a estudiar a América y Europa. Se intensificaron el comercio y la industria, otorgando más concesiones a los extranjeros y se prohibió el tráfico del opio.

Hubo grandes reformas en el aspecto administrativo del gobierno y así fue como China fue adquiriendo los elementos de la civilización occidental que la fueron llevando a estar a la altura de una nación moderna occidental; una revolución que estalló en 1911 suprimió la ancestral monarquía china y proclamó la república en 1912.


Resultados del imperialismo


El imperialismo ha tenido múltiples consecuencias o resultados en las relaciones internacionales y en el desarrollo económico y cultural de los pueblos; entre las más importantes están las siguientes:

1. Países como Inglaterra, Francia, Holanda, Rusia, Bélgica y otras naciones europeas, así como Japón y los Estados Unidos; extendieron su dominio económico y algunas veces político sobre otras regiones de la tierra que no eran su propio país.

2. En los lugares donde se ejerció dominio, es decir en las colonias, se incrementó el comercio con las naciones extranjeras y se explotaron en gran escala los recursos naturales de cada región; además, se propició la inversión de capitales en países coloniales. Los beneficios, como es de suponerse, eran siempre mayores para los capitalistas extranjeros que por lo general formaban parte de poderosas compañías.

3. Algunos países imperialistas pusieron especial cuidado en mejorar la salud, la educación y el bienestar social de los pueblos coloniales, propiciando el progreso de muchos de ellos.

4. La vida de los continentes Asiático y Africano se vio modificada por los países de cultura avanzada; se introdujeron los adelantos técnicos en materia de transporte y de comunicación; otro tanto se vio afectada Europa por las culturas de pueblos de Asia y África.

5. Los conocimientos sobre geografía, ciencias biológicas, antropología, etnografía, etc., aumentaron considerablemente al explorarse y conocerse nuevas tierras sobre todo en el Continente Africano.

6. La intercomunicación entre los diversos pueblos y culturas favorecieron su acercamiento y el conocimiento de los diversos credos religiosos existentes en el mundo, despertándose el deseo de penetrar en los dogmas de otras religiones y a muchos les permitieron afirmar más el credo que profesaban.

7. Las ambiciones y rivalidades imperialistas han traído como resultado frecuentes y terribles guerras entre las grandes potencias por la posesión y explotación de las colonias, con las necesarias consecuencias de provocar la miseria y el odio entre los pueblos explotados.


Fuente: Isidro Vizcaya Canales y Etelvina Torres Arceo; Historia Mundial Contemporánea 1871-1974, México, Secretaría de Educación Pública, 1983. pp. 22-26, 29-30.


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miércoles, 1 de mayo de 2019

El México Post Imperial

El México Post Imperial

Iturbide gobernó del 21 de mayo de 1822 al 19 de marzo de 1823. Sin embargo, no tardó mucho tiempo en que apareciera una situación políticamente tirante entre el Emperador y el Congreso, sobre todo por la influencia de los diputados mexicanos que habían estado en las cortes españolas: Santa María, Michelena, Ramos Arizpe, Iturribaría, Mayorga, y otros. Y por la acción de la masonería escocesa, que desde antes era antiiturbidista. Todo ello con las maniobras efectuadas por el agente confidencial de los Estados Unidos en México: Joel R. Poinsett, quien veía con antipatía a Iturbide, debido a que se negó a entregar a Estados Unidos la parte del territorio mexicano que éstos deseaban –Texas, Nuevo México, las dos californias, Coahuila y Sonora.

Por lo demás fue la Gran Logia Mexicana, organismo principal de la masonería escocesa, la que persuadida de que Iturbide era el obstáculo para el establecimiento de sus ideas coordinó a los enemigos del Emperador.

Los conjurados trazaron en agosto de 1822 un plan para sublevar al ejército, trasladar el Congreso a Texcoco y declarar allí que la designación del emperador era nula. Sin embargo al ser denunciada la conjura, se aprendió a sus participantes e Iturbide disolvió al Congreso y estableció una Junta Nacional Instituyente, mientras se convocaba a elecciones. Poco después estallaron varios movimientos promovidos por los generales Felipe de la Garza, en Tamaulipas, Antonio López de Santa Anna, en Veracruz, y Nicolás Bravo y Vicente Guerrero, en el sur.

El 1o de febrero de 1823 se dio a conocer el Acta de Casa Mata, en suelo veracruzano. Iturbide envió al general Echávarri a combatir a los rebeldes, pero éste llegó a un entendimiento con los sublevados. Lo mismo sucedió con el general Pedro Celestino Negrete. Iturbide restableció el Congreso el 7 de marzo de 1823 y el 19 le envió su abdicación, que el Congreso no quiso discutir porque dijo que la coronación había sido obra de la violencia, así quedó abierta la posibilidad de que se estableciera el sistema republicano, y el mismo mes de mayo el ex-emperador salió con rumbo a Europa.

A la caída de Iturbide gobernó el país un organismo llamado Supremo Poder Ejecutivo, del 30 de marzo de 1823 al 10 de octubre de 1824. El Supremo Poder Ejecutivo estuvo conformado por el general Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria, y como suplentes Mariano Michelena, Miguel Domínguez y Vicente Guerrero.

Fue entonces cuando ocurrió la separación de Centroamérica de México, que formó una nación nueva con el nombre de Provincias Unidas de Centro de América.

El gobierno convocó al Congreso Constituyente y se aprobó un Acta Constitutiva, inspirada en la Constitución de los Estados Unidos, y así se adoptó el régimen republicano federal, que luego fue confirmado por la Constitución Federal, promulgada el 4 de octubre de 1824. Su aprobación no fue fácil, porque unos insistían en que la República debía ser federal –como pensaba el grupo encabezado por Miguel Ramos Arizpe–, mientras que otros sostenían que era preferible una República central –como argüía el grupo que dirigía Fray Servando Teresa de Mier–. Finalmente se impusieron los primeros.

La Constitución de 1824 estableció pues el régimen republicano, representativo y federal. Consagró el principio de división de poderes –ejecutivo, legislativo y judicial. El primero depositado en un Presidente y un Vicepresidente de la República que durarían cuatro años en el cargo y serían electos por el voto de las legislaturas estatales.

El poder legislativo fue confiado a un Congreso de dos cámaras: diputados y senadores. Y las entidades federativas tendrían sus propios poderes.

La Constitución estableció que la religión de la nación sería la católica, sin embargo el Presidente de la República podría “conceder el pase o retener los decretos conciliares, bulas pontificias, breves y rescriptos”. Así la documentación llegada de Roma tendría que ser vista primero por la autoridad civil y si lo consideraba conveniente retenida. Además la Constitución prohibió que los eclesiásticos (obispos, arzobispos, provisores y vicarios) pudieran ser diputados o senadores.

La situación económica siguió siendo tan mala que se tuvo que recurrir a medidas urgentes como la emisión de papel moneda, la incautación de bienes que habían sido de los jesuitas, la Inquisición o los hospitalarios, y finalmente al préstamo de dinero solicitado a los bancos ingleses.

Surgió entonces el rumor y el temor del regreso de Iturbide, por lo que se emitió una  ley que lo declaraba traidor, a él y sus promotores. Su regreso estaba motivado por quienes consideraban que la anarquía política se acabaría con su influencia y porque se dijo que Iturbide había tenido noticias de los planes de Fernando VII de querer reconquistar México con la ayuda y el sostén de la Santa Alianza. Así Iturbide desembarcó en Soto la Marina, Tamaulipas, donde era comandante Felipe de la Garza, con quien Iturbide se mostró generoso cuando se había rebelado en su contra. Sin embargo fue detenido y el Congreso del Estado resolvió aplicarle la pena de muerte y el 19 de julio de 1824 fue fusilado.

Por convenir a sus intereses los Estados Unidos e Inglaterra reconocieron la independencia mexicana y establecieron relaciones diplomáticas con nuestro país y con los nuevos países independizados de Iberoamérica, y el temor a la reconquista y la afectación de sus intereses motivó a los Estados Unidos a emitir la declaración conocida como la “Doctrina Monroe”, por el presidente de aquél país, según la cual no permitirían que ningún país europeo intentara reconquistar o intervenir en perjuicio de las nuevas naciones. Lo anterior se ha interpretado e inmortalizado como “América para los americanos”.

Presidencia de Guadalupe Victoria

El primer presidente de México fue el general Guadalupe Victoria y su gobierno se extendió del 10 de octubre de 1824 al 1 de abril de 1929. El Vicepresidente fue Nicolás Bravo.

Entonces nació la masonería yorquina en México, impulsada por el agente confidencial de los Estados Unidos en México, ahora convertido en el primer embajador norteamericano en México Joel R. Poinsett. Sus principales colaboradores en este establecimiento fueron Lorenzo Zavala, José Ignacio Esteva, José María Alpuche y Vicente Guerrero.

Las logias alcanzaron gran difusión y sirvieron para avivar las pasiones políticas y la discordia, al servicio del extranjero, que quedó en la práctica como el director de los asuntos nacionales.

Los yorquinos se mostraron partidarios del federalismo y de la amistad con los EU, en tanto que los escoceses abrigaron el centralismo.

Otro acontecimiento de gran interés en la presidencia de Victoria fue la rendición de la fortaleza de San Juan de Ulúa. El gobierno destinó parte de los empréstitos ingleses a adquirir algunos pequeños barcos de guerra con los que bloqueó la isla, lo que dio como resultado la rendición de los españoles el 18 de noviembre de 1825.

Las elecciones del año 1826 para legisladores locales y gobernadores fueron ganadas en su mayoría por los yorquinos, pero a base de tantos fraudes que estalló una revuelta promovida en Otumba por el teniente coronel Manuel Montaño a fines de 1827. El general Nicolás Bravo, Vicepresidente de la República y Gran Maestre de las logias escocesas, se puso al frente de los insurrectos.

El gobierno envió al general Guerrero –Gran Maestre de las logias yorquinas– a combatirlo. Finalmente, el 7 de enero de 1828 logró apresar a Bravo y desarticular a los revolucionarios.

Expulsión de españoles
Entre tanto la tendencia antiespañola se había ido incrementando, a lo que contribuyó el temor por la reconquista, la sospecha de su apoyo por parte de los españoles, así como el descubrimiento de una conjura promovida por un clérigo español, Fray Joaquín Arenas, para restaurar el gobierno español.

Varios militares fueron aprehendidos y el Congreso ordenó que se separara de sus cargos a los españoles que tenían puestos públicos y eclesiásticos, para culminar con el decreto de expulsión total de los españoles el 20 de marzo de 1829. Un resultado de la expulsión fue el desamparo de las misiones del norte, en los territorios que coincidentemente anhelaban los Estados Unidos, así como la pérdida de los capitales que salieron de la nación.

La situación económica seguía muy mal y para subsistir el gobierno tuvo que recurrir a préstamos ruinosos que proporcionaban los agiotistas.

Presidencia de Vicente Guerrero

Así llegó el tiempo de las elecciones presidenciales y aparecieron como candidatos los generales Vicente Guerrero, Manuel Gomez Pedraza, ambos yorquinos, y Anastasio Bustamante. El presidente Victoria y algunos de sus ministros apoyaban a Pedraza, en tanto que Poinsett y la mayoría de los yorquinos apoyaban a Guerrero. Sin embargo la votación favoreció a Gómez Pedraza, lo que motivó la sublevación de los guerreristas. Santa Anna se levantó en Oaxaca.

La revuelta cundió por el sur y en la capital se apoderaron del edificio de la Acordada, de donde tomó su nombre la rebelión, y se trabó el combate que culminó con la salida del país del presidente electo. Acto seguido el Congreso declaró insubsistentes los votos de Gómez Pedraza y designó como presidente de la República a Vicente Guerrero y como vicepresidente a Anastasio Bustamante. La imposición de las armas sobre la elección pacífica hizo su aparición en México.

El nuevo presidente tomó posesión el 1 de abril de 1829 y ocupó la presidencia hasta el 18 de diciembre del mismo año. Su administración fue desastrosa y anárquica, y la economía se halló peor que en los años precedentes. No había policía ni represión de los delitos, faltaba una orientación superior en el gobierno y no había programas.

La expedición de Barradas

El 24 de julio de 1829 desembarcó en Cabo Rojo, Veracruz, un ejército español de 2700 hombres mandados por el brigadier Isidro Barradas, cuya situación pronto se volvió muy difícil, pues los barcos españoles se regresaron en seguida y el clima tropical comenzó a causar víctimas entre la tropa.

Felipe de la Garza acometió sin ventaja a los aventureros, mientras otros grupos los bloqueaban y el vicepresidente Bustamante estaba a la expectativa en Jalapa.

Finalmente, Barradas sin municiones, sin víveres y atrapado, ante un asalto militar encabezado por Santa Anna capituló y se pactó la salida de los expedicionarios hacia La Habana.


Por su parte, los EU insistieron una vez más en sus intenciones de adquirir el territorio del norte, pero sus gestiones fueron infructuosas. Guerrero, no obstante su amistad con Poinsett, se vio obligado a pedir su retiro y los EU vieron que la diplomática no era la vía para conseguir sus intereses en México.

Plan de Jalapa

La situación en el país era tan poco tranquilizadora, que los países suspendieron el envío de sus barcos a nuestros puertos, por lo que varias autoridades de Veracruz redactaron el llamado Plan de Jalapa –4 de diciembre de 1829– en el que pedían el restablecimiento del orden constitucional y el retiro de las facultades que el Congreso le había conferido al Presidente. Nuevamente el propio Vicepresidente –esta vez Bustamante– se puso al frente de los rebeldes, y Guerrero salió a combatirlo, dejando en la capital un sustituto, pero nuevas sublevaciones en la capital lo depusieron y nombraron un triunvirato que a la postre entregó el gobierno al general Bustamante con el consentimiento del Congreso, que declaró imposibilitado para gobernar a Guerrero.

Presidencia de Anastasio Bustamante

Bustamante gobernó del 1 de enero de 1830 al 14 de agosto de 1832. Los yorquinos aparentemente habían venido a menos, pero en realidad fue lo contrario.
El gobierno de Bustamante fue de corte conservador; se buscaron créditos, se fomentó la industria y se restableció la jerarquía de la iglesia. Se destituyó a varios gobernadores y legisladores locales opositores, aumentando el descontento.

En virtud de ello, los partidarios de ideas liberales o “progresistas” fundaron, hacia 1832, el Partido Liberal, con la ayuda y el sostén de las logias masónicas.

La oposición se volvió lucha civil. El en sur alentaban la lucha Juan N. Álvarez, que pronto fue derrotado, y Vicente Guerrero, quien fue apresado y muerto.

La insurrección tomó fuerza y finalmente Bustamante acabó por firmar los Convenios de Zavaleta, en los que aceptaba que Manuel Gómez Pedraza se hiciera cargo de la presidencia y se convocara a elecciones federales. De esta forma se olvidaba todo lo ocurrido desde septiembre de 1828 y se le devolvía  a Pedraza la presidencia usurpada –que debía concluir en tres meses– y cuya principal misión sería convocar a elecciones. El Congreso acabó por disolverse.

Presidencia de Santa Anna

A principios de 1833 se hizo cargo de la presidencia de la República el general Antonio López de Santa Anna y de la vicepresidencia Valentín Gómez Farías. Prácticamente Santa Anna estuvo poco tiempo al frente de la administración pública, la cual fue atendida por Gómez Farías, quien llevó adelante el primer intento de Reforma a través de varias leyes.

Gómez Farías se empeñó en realizar tres clases de reformas: religiosa, educativa y militar.

Las ideas de lucha contra la religión eran parte del ideario liberal, que defendía que toda persona debe escoger por sí mismo las ideas religiosas que desee.

Otros elementos de ese ideario fueron:

    • Que el pueblo es la fuente de la soberanía y base del gobierno.
    • Que el poder ejecutivo debe ser limitado por los otros dos poderes.
    • Que en una constitución deben anotarse la forma de gobierno y los derechos personales.
    • Que en todos los individuos deben reconocerse estos derechos inalienables: a la vida, la libertad, la propiedad, etc.
    • Que el gobierno debe intervenir lo menos posible en la vida social y económica y,
    • Que lo más importante en la acción de las personas y sus relaciones sociales es el interés individual.

El ideólogo del Partido Liberal, el doctor José María Luis Mora elaboró un programa que fue sostenido por Gómez Farías.

El Partido Liberal se dividió en dos grupos:

    • Los radicales o “puros”, que pretendían imponer sus ideas a cualquier costa.
    • Los moderados, que pensaban que la implantación de las ideas debería ser paulatina y por la vía de la persuasión.

La reforma religiosa se estableció en varios decretos:

    1. El nombramiento de sacerdotes de acuerdo con las leyes del gobierno.
    2. Supresión de las sacristías mayores.
    3. Concesión al Presidente de la República de facilidades para el nombramiento de curas.
    4. Multas, destierro y confiscación de bienes a obispos y dignidades que desobedecieran las leyes citadas.
    5. Los recursos así obtenidos serían aplicadas a sostener la instrucción pública.

El gobierno ordenó así mismo que desapareciera la coacción civil para el cumplimiento de votos religiosos, y la expulsión de religiosos centroamericanos. Se incautaron los bienes de los fondos de las misiones de California y Filipinas. Las misiones californianas se quitaron a los religiosos regulares y se entregaron a clérigos seculares, y desapareció también la coacción civil para el pago de los diezmos. Además, Mora presentó un proyecto de desamortización, según el cual los bienes de la Iglesia pasarían a los inquilinos, si eran fincas urbanas, y las fincas rusticas se fraccionarían y se venderían para promover la pequeña propiedad individual.

La reforma educativa se basaba en el principio de que la enseñanza “de toda clase de ciencias” era libre, pero se indicó que los estudios preparatorios y superiores sólo podían estar en manos del gobierno y la enseñanza elemental sólo sería válida si se sujetaba a las autoridades. Se trataba de que el gobierno diera las normas de educación y no la Iglesia. Para todo ello se fundó un Directorio de Instrucción Pública.

La reforma militar consistió en desaparecer el fuero militar –es decir, las leyes y tribunales propios del ejército–, en disolver tropas que se rebelaron contra la reforma, en procurar la sustitución del ejército por milicias cívicas.

Estallaron varias insurrecciones que al grito de “religión y fueros” proclamaban a Santa Anna. Éste en un principio apoyó a Gómez Farías y atacó a los rebeldes en Guadalajara. Fue entonces cuando se decretó la llamada “Ley del Caso”, que contenía nombres de personas a quienes se desterraba y extendía su aplicación a “cuántos se encontraban en el mismo caso”.

Al fin, convencido de que las leyes eran impopulares, Santa Anna regresó a la presidencia de la República en abril de 1834 y suspendió la aplicación de las leyes. El nuevo Congreso, reunido en 1835, confirmó lo dispuesto y destituyó de la vicepresidencia a Gómez Farías.

Se cambió el sistema de gobierno de federalista a centralista, mediante un acta provisional aprobada el 23 de octubre de 1835, y casi un año después –el 30 de diciembre de 1836–, se promulgó una nueva constitución conocida como Las Siete Leyes. Según está el gobierno tendría cuatro poderes –los ya conocidos más el Supremo Poder Conservador, que debería mantener el equilibrio de los anteriores como guardián de la legalidad; el periodo presidencial se cambiaba a ocho años; los estados se sustituyeron por Departamentos dependientes del gobierno central y las legislaturas por juntas departamentales.

Fuente: Carlos Alvear Acevedo, Historia de México, México, Editorial JUS, 1996, 56a. ed., pp. 213-230, 238-239.

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