martes, 3 de octubre de 2017

“Dos de octubre no se olvida”, los movimientos sociales de 1968


Juan Antonio Díaz


El año 1968 fue de agitación de la juventud en todo el mundo. Era la década de los sueños de paz y libertad, del rock de Elvis y de los Beatles, de la revolución sexual y los hippies, y, sobre todo, de los movimientos de protesta, reprimidos con toda la fuerza por los respectivos regímenes: en las universidades norteamericanas, contra la guerra de Vietnam; en París y México, contra el sistema capitalista. Pero en Checoslovaquia los jóvenes se enfrentaron a los tanques soviéticos, cuando se produjo la invasión de su país a consecuencia de "La primavera de Praga". (La Nación, San José C.R. 03 ene 1999)


El año de 1968 fue un año crucial en el que las estructuras del capitalismo, el socialismo y el llamado mundo en desarrollo -en un mundo bipolar o más bien “tripolar”, sin contar al mundo árabe- mostraron sus debilidades, su cansancio, su anquilosamiento y su rigidez. Así encontramos tres epicentros -aunque hubo movimientos populares en diversos puntos y ciudades del mundo-, si tomamos en cuenta la envergadura y significación de los acontecimientos, así como su desenlace trágico, sobre todo en los casos de Praga y la Ciudad de México.

A los dos ya mencionados epicentros se suma París, la “ciudad luz”, quedando como centros nodales de la inconformidad: Praga para el mundo socialista, París para el bloque capitalista desarrollado y la Ciudad de México para el mundo en vías de desarrollo o también llamado “tercer mundo”.

La Primavera de Praga


El inicio de año nos sorprende con la llegada al poder de Alexander Dubcek en Checoslovaquia y su intento de suavizar al socialismo estableciendo un “socialismo con rostro humano”, superando la rigidez impuesta por la Unión Soviética, democratizando un tanto al partido socialista checo y proporcionando ciertas libertades, como la de opinión, a la sociedad civil. El intento de Dubcek movió a la maquinaria bélica del socialismo a intervenir a en Checoslovaquia, y los países del denominado “Pacto de Varsovia” -la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la República Democrática Alemana, Bulgaria, Hungría y Polonia- invadieron el país en agosto de 1968 y obligaron a Dubcek a  revertir las disposiciones establecidas, a pesar del apoyo popular logrado. Los civiles tomaron las calles en apoyo a Dubcek y protestando contra la invasión. Sin embargo nada pudieron hacer, la rigidez del socialismo fue devuelta y, por el momento, el socialismo “con rostro humano” fue olvidado. Pero la llamada “Primavera de Praga” había establecido el precedente y demostrado el anquilosamiento y rigidez del sistema.

El mayo francés


Por su parte, el mundo capitalista desarrollado mostró también su agotamiento en París, una de las capitales del primer mundo, en el que nadie hubiera esperado sucedieran las protestas estudiantiles contra el sistema. Los protagonistas fueron los estudiantes, principalmente de la Sorbona a quienes el sistema no garantizaba ya la seguridad en el empleo, ni el sostenimiento de un nivel de vida decoroso, aunado a una crisis que precarizaba el empleo y movilizaba a los obreros a exigir incrementos salariales ante la oposición empresarial y gubernamental. Por otra parte el sistema autoritario propio de la época, y que como vimos permeaba las opciones económico-políticas de gobierno, limitaba y prohibía la movilización social y la manifestación pública de las inconformidades estableciendo férreamente el orden público con métodos violentos.

Las protestas iniciaron el 3 de mayo de 1968, cuando un grupo de estudiantes se reunieron en La Sorbona para protestar contra el sistema universitario, la población civil se unió a la protesta, lo que motivó la represión del sistema y la detención de algunos estudiantes. Sin embargo esta medida sólo recrudeció las protestas tanto como a la reacción gubernamental. Se intensificaron los enfrentamientos entre manifestantes y la policía, se formaron barricadas y París ardió por los enfrentamientos provocando numerosas detenciones. El sector obrero se unió al movimiento de protesta y se declaró una huelga general que paralizó al país entre los días 13 y 27 de mayo, a la cual se unieron poco a poco diversos sectores industriales como el automotriz y el energético, así como los trabajadores del campo. Dicen que se sumaron a la huelga general casi 10 millones de personas y poco a poco el movimiento se radicalizó, erizando los pelos de los sectores empresariales y de la burguesía acomodada que veían cómo se ocupaban universidades, fábricas e industrias colgando efigies subversivas de personajes como Marx, Lenin, Mao, Fidel Castro y el Che Guevara, al son de la internacional y cómo se multiplicaba el número de manifestantes a las marchas convocadas por la Confederación General De Trabajadores, el Partido Comunista Francés o los estudiantes. El clima subversivo sólo pudo detenerse ante el anuncio del gobierno francés de otorgar un incremento salarial del 35% al trabajo industrial y del 12% general, así como mejores condiciones de trabajo. También se comprometió a llevar a cabo un referéndum y elecciones presidenciales. Los pocos focos de protesta estudiantil que quedaron tras el 30 de mayo fueron poco a poco sofocados con acciones policiales y militares y así se pudo apaciguar a Francia y devolverla a equilibrio burgués del capitalismo.

El movimiento estudiantil del 68 en México


El autoritarismo y la represión de las manifestaciones de inconformidad eran moneda común en los regímenes de la segunda mitad del siglo XX y México no era la excepción. El PRI llevaba ya casi 40 años en el poder, sin transición de poderes en un país que presumía de ser una democracia, con un sistema de partidos. La falta de democracia resultaba ya inocultable. Y ocupaba la presidencia de la república el despótico político poblano Gustavo Díaz Ordaz, educado en las artes de la política nada menos que en las filas del general Maximino Ávila Camacho, otrora gobernador del Estado y hermano del expresidente Manuel Ávila Camacho, donde aprendió a usar la mano dura cobijado por la impunidad que otorga el sistema político mexicano. La personalidad del presidente en turno jugó un papel preponderante en el desarrollo y desenlace de los sucesos del 68 mexicano, una personalidad recia con un marcado complejo de la autoestima baja, que suelen remarcar los historiadores, provocada por su poco agraciada figura que le hizo quizá contestar con rabia a los improperios que solían gritarle los estudiantes manifestantes cuando pasaban por el balcón presidencial: “Sal al balcón hocicón”, entre otros aún más creativos.

Para ilustrar el complejo presidencial aludido recordemos la pifia cometida por el Diario de México, cuando en 1966 equivocó intercambiándolos los pies de foto de una junta del gabinete presidencial con el Presidente y la llegada de ejemplares de chimpancé al zoológico de Chapultepec. Lo cual le costó al diario su cierre por orden presidencial. El suceso ilustra la falta de humor del presidente Díaz Ordaz, su complejo de inferioridad y, sin duda, el poder y capricho presidencial.

La costumbre de reprimir a la juventud y al descontento social topó con una rencilla entre estudiantes preparatorianos en las inmediaciones de la Vocacional de Balderas, del IPN, a los cuales con lujo de violencia arrestó la policía motivando el cierre de la escuela por los estudiantes y la protesta por medio de una marcha que se llevó a cabo el 26 de julio, que fue apoyada por estudiantes de otras escuelas, y que convergió con la marcha que en conmemoración del la revolución cubana ejecutaba el Partido Comunista Mexicano -con el que inmediatamente fue vinculado el movimiento estudiantil en ciernes- y que como era costumbre fue sofocada por medio de la brutalidad policial.

El descontento trascendió el nivel preparatoriano y aunó el apoyo de las escuelas superiores del IPN y de la Universidad Nacional Autónoma de México, quienes tomaron las calles en protesta, evidenciando la rigidez del sistema, la falta de libertades de reunión y manifestación libre de las ideas, la brutalidad policiaca y la represión gubernamental. Logrando sólo con ello, en respuesta, mayor represión y mayor encono. El movimiento escaló hacia la crítica por la falta de democracia en el país y el descontento social ante un gobierno ineficiente contra los embates de la inflación y la falta de oportunidades movieron el apoyo de la ciudadanía a los estudiantes y sus marchas que cada vez sumaban más participantes y adeptos. Las pancartas de crítica al gobierno y el uso de efigies subversivas como la imagen de Ho Chi Min o el Che Guevara dotaron de incomodidad al gobierno, pero también de una argucia falaz que esgrimirían incansablemente para justificar sus acciones represivas, el que tras el movimiento estudiantil se hallaba una conjura internacional que buscaba desestabilizar al país dirigida desde Moscú y la Habana. Todo esto en el marco de las olimpiadas que estaban próximas a inaugurarse en la misma Ciudad de México, hacían ver muy mal, por la cobertura mediática, al país en el entorno internacional y echaba por la borda la imagen que pretendía transmitirse de paz social en un país exitoso en vías de desarrollo, que tanto había labrado el gobierno priísta. Así que era necesario poner remedio inmediato a la situación.

Los estudiantes emitieron un pliego petitorio cuyos puntos fundamentales fueron: el alto a la represión, el diálogo público y televisado con la presidencia, la supresión del delito de disolución social, la destitución del jefe de la policía capitalina, la libertad de todos los presos políticos y la indemnización a todas las víctimas de los actos represivos que para entonces ya habían cobrado sus primeros muertos. Los estudiantes estaban probando al sistema, pero tenían enfrente al presidencialismo mexicano encarnado en la figura del más intransigente ocupante de la silla presidencial. La respuesta fue lacónica, dijo extender su mano para que la estrecharan, pero no estaba dispuesto a ceder ni un ápice, ni una sola concesión. Para el 1 de septiembre, en que rindió su cuarto informe de gobierno, la decisión estaba tomada. En el acto declaró: “hemos sido tolerantes hasta excesos criticables”, “pero todo tiene un límite”.

Así pues se utilizó al ejército para desalojar, antes del 15 de septiembre, con el uso de tanques y armas de grueso calibre la plancha del Zócalo que había sido tomada por los estudiantes. Se hizo lo mismo para retomar la Ciudad Universitaria y el Casco de Santo Tomás. Sin embargo las actividades de los estudiantes y manifestantes no pararon; se hacían mítines relámpago en plazas públicas, cruceros, mercados para dar información, se volanteaba para informar a la sociedad y revertir la información oficial que transmitían los medios en complicidad con el sistema y se planteó una gran movilización y mitin que llevó a cabo el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Taltelolco con el consabido desenlace fatal que supuso una masacre de estudiantes y población civil que las fuentes oficiales estimaron en 20 muertos, pero que las no oficiales elevan a más de 350.

La versión oficial habló de un tiroteo provocado por los propios manifestantes contra el ejército, que sólo contestó el ataque. Sin embargo sabemos del uso de un destacamento de guardias presidenciales del denominado Batallón Olimpia, infiltrados y que habrían provocado el tiroteo y los arrestos y asesinatos que se prolongaron por toda la noche y madrugada siguiente. Hoy nadie lo duda, “fue el Estado” se repite incesablemente, el “2 de octubre no se olvida”.

Las olimpiadas se llevaron a cabo cínicamente mientras se declaraba que “todo es posible en la paz” y quedó acallada la falta de democracia y justicia social en México. Se restableció el sistema. Sin embargo, como en Praga y París. el movimiento demostró lo carcomido de las estructuras y alimentó las ansias de cambio que la sociedad civil, más o menos informada no se ha cansado de esgrimir.

Díaz Ordaz asumió la responsabilidad de lo ocurrido en Tlatelolco y en el colmo de su megalomanía, nueve años después, cuando fue nombrado embajador en España -luego de la muerte del dictador Francisco Franco, con lo que inexplicablemente el gobierno mexicano mandaba un sombrío mensaje al pueblo español- todavía declaraba:

“Pero de lo que estoy más orgulloso de esos seis años [de gobierno], es del año de 1968, porque me permitió servir y salvar al país, ¡les guste o no les guste!, [...] Afortunadamente, salimos adelante, y si no hubiera sido por eso, muchachito, usted no tendría la oportunidad de estar aquí preguntando. "

No hay comentarios:

Publicar un comentario