domingo, 24 de septiembre de 2017

Misoginia. La concepción de la mujer en el hombre de la Edad Media

Juan Antonio Díaz Barrientos


A raíz de los últimos y funestos acontecimientos que han afectado a las mujeres de nuestra sociedad, me parece necesario reflexionar acerca de la misoginia que ha caracterizado a nuestra cultura y que me parece deviene en gran medida de nuestra herencia occidental judeo-cristiana, incentivada sin duda durante la Edad Media. A pesar de la opinión de Jacques Le Goff sobre que la época en cuestión fue favorable para la mujercomo prueba muestra el culto mariano que fue capaz de colocar en categoría de Dios a una mujer, la Virgen, como una especie de cuarto integrante de la Trinidad‒ me parece que la opinión popular medieval dista de ser propicia para la mujer y constreñía su actuación y sus posibilidades de libertad en casi todos los ámbitos. ¿De dónde proviene la misoginia de la Edad Media que hemos heredado? Podemos aventurar algunas nociones.

Si partimos de la situación de las mujeres en la Grecia clásica, de la que evidentemente la civilización occidental fue deudora, vemos una postura de la mujer no muy halagüeña.

En Grecia, en la época de Platón y Aristóteles, las mujeres tenían prácticamente la misma consideración social que los esclavos, lo que suponía que no podían participar en los asuntos políticos, es decir, no eran ciudadanas, estaban bajo la férula de sus padres y maridos, y por supuesto no tenían ningún derecho civil. Esto supone que las mujeres quedaban reducidas al trabajo doméstico, y al cuidado de los niños y de las personas mayores. Así, las mujeres estaban relegadas en la sociedad greco-latina al papel de madres reproductoras y transmisoras del status quo a la sociedad, y sin embargo sin derechos civiles.

Al respecto son ilustrativas, la anécdota según la cual Alcíbiades cuestiona a Sócrates por qué tolera a su esposa Jantipa, quien es una emblemática mujer irascible, celosa y egoísta. A lo cual el filósofo contesta:

"Pues, lo mismo que uno se acostumbra al ruido continuo de una polea de pozo, como aguantas tú el graznido de tus gansos". "Pero ‒le interrumpió Alcibíades‒ ellos me dan huevos y crías". "...También a mí Jantipa me da hijos..." respondió el filósofo.

Y, la opinión de Aristóteles, según la cual la mujer no es sino un varón deformado o mutilado. Opinión que más tarde rescatará Tomás de Aquino (siglo XIII), para quien la mujer será “una deficiencia de la Naturaleza, de menor valor y dignidad que el hombre y claramente creada para la reproducción”.

Con la introducción del cristianismo en el mundo romano y su triunfo se impuso en Occidente una visión de la mujer que la cargaba con la culpa de la expulsión de la especie humana del paraíso y sus implicaciones ‒el trabajo, el parto, la enfermedad y la muerte‒ y la convirtió así en la vía de pecado por antonomasia,  y de seducción, debido a su erotismo y sensualidad.

Al respecto algunas consideraciones sobre la misoginia cristiana, la cual gira sobre todo, según mi consideración, en dos figuras femeninas: Lilith y Eva, las dos, figuras de los primeros tiempos según la Biblia y la tradición hebrea.

Según un pasaje del Génesis, en un primer momento Dios creó al hombre a su imagen  semejanza:

“Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves de los cielos, y sobre las bestias, y sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra.” Génesis (1:26)

“Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, …” Génesis (1:27)

Sin embargo, llama la atención que en seguida el versículo del Génesis dice:

“...varón y hembra los creó.” Génesis (1:27)

Es decir, según esta interpretación, hubo una primer mujer, anterior a Eva, creada al mismo tiempo que Adán, también de arcilla.

Según la tradición talmúdica, esta primer mujer de adán fue Lilith, quien considerándose igual que Adán no aceptó someterse a él y prefirió abandonarlo, marchándose hacia el Mar Rojo donde se entregó a la lujuria con los demonios. Posteriormente se negó a regresar, ganando el castigo divino consistente en la muerte de cien de sus hijos cada día, los cuales ella venga matando a los niños de los humanos. En Lilith vemos el contra-arquetipo de la mujer cristiana, toda abnegación, y resalta en ella una de las características que después se atribuirán a las brujas: el infanticidio.

Más adelante, prosigue el Génesis, ubicando a Adán en el Jardín del Edén, donde, “al verlo solo” Dios lo hizo caer en un profundo sueño y de su costilla extrajo a una mujer a quien se le llamó Eva. Al verla Adán exclamó:

“Esta sí es carne de mi carne y hueso de mis huesos”. Génesis (2:20)

En lo que a Eva respecta, la tentación, la debilidad de carácter y el pecado la caracterizan. Siguiendo el relato bíblico, Dios les habría prohibido comer del árbol del conocimiento, a lo que la mujer, convencida por la serpiente y mostrando su debilidad, desobedeció y, a su vez dio a probar el fruto prohibido a Adán. Es decir, que la serpiente sedujo a Eva y ésta a su vez sedujo a Adán.

El castigo del Dios fue implacable:

Dios procedió a decir a la serpiente: 
 
“Por lo que has hecho tú serás la maldita de entre todos los animales. Sobre tu vientre irás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la de ella. Él te magullará en la cabeza y tú le morderás en el talón”.

A la mujer le dijo:
 
“Aumentaré en gran manera el dolor de tu preñez; con dolores darás a luz y desearás vehemente a tu esposo, y él te dominará”.

Y a Adán: 
 
“Porque escuchaste la voz de tu esposa y desobedeciste. [...] Con el sudor de tu frente ganarás el pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y en polvo te convertirás”.

Y los echó del jardín de Edén.

Fue así que la pretendida pareja primigenia, por culpa de la mujer ‒según el relato bíblico‒, fue expulsada del paraíso, castigada con la muerte, la procreación, el dolor de parto y con las penurias que supone el trabajo para conseguir el alimento. Se dieron cuenta de su desnudez, sintieron vergüenza de ésta y de su erotismo. La desnudez y el sexo pasaron a ser vía de pecado, en tanto que reviven el pecado original, por el cual el ser humano fue expulsado del paraíso, según la ideología judeo-cristiana. En todo esto la mujer jugó, para la mentalidad cristiana un papel preponderante, cargándola con la culpa del pecado cometido, y poco a poco se fue convirtiendo ella, la mujer, en la vía del pecado mismo.

Otra figura femenina emblemática para la época es sin duda María Magdalena, la discípula preferida de Jesús. Algunos sugieren que la llamaban “apóstol” en los primeros tiempos del cristianismo. Sin embargo, el patriarcado de la Iglesia, liderado en un primer momento por Pedro y Pablo, se encargó, también dicen, de quitarla de ese lugar ponderable y la tradición misógina se encargó incluso de confundirla con la prostituta que Jesús salvó de ser lapidada. Se comenta que Magdalena habría dirigido a un sector de la Iglesia cristiana primigenia que habría derivado en la iglesia gnóstica.

Y sin duda, en este muy breve recuento de figuras femeninas emblemáticas del cristianismo debe tener un lugar de gran relevancia la virgen María, quien, muy en contraparte que las anteriores, se tornó en el ideal cristiano de mujer, en tanto que madre universal y consoladora, intercesora de sus hijos ante el Padre, y total abnegación y comprensión. La tradición cuenta que “concibió sin pecado original”, “sin conocer varón”, “ por obra y gracia del Espíritu Santo” y que “fue siempre virgen” ‒a pesar de que la propia Biblia consigna hermanos ulteriores de Cristo. Sin embargo, si no se es cristiano y no se acepta la virginidad de María, las cosas cambian diametralmente, pero esa es materia de otra disertación que no gastaremos aquí.

La importancia de la virgen María para el mundo cristiano y para el culto mariano hicieron, como expresamos arriba, opinar a Le Goff que la Edad Media ponderó y aún emancipó a la mujer. Al respecto, Jean Markale considera que más bien se dicotomizó a la mujer ‒y es lo que aquí sostenemos‒, aportando dos modelos: la madre y mujer abnegada ‒a la que hay que aspirar aún a costa de la negación de los impulsos eróticos y la sensualidad, de la humanidad misma y la mujer libertina, sensual y pecadora, la "puta", la Magdalena, la diosa de los primeros tiempos.

El pecado de la carne

Hemos visto cómo la sensualidad y la sexualidad, en tanto que evocan y reviven el pecado original, se transformaron para el mundo cristiano medieval en vías de pecado y aún en el pecado mismo. Así tenemos a la lujuria y a la concupiscencia elevadas a pecados capitales y, por extensión, a todo aquello que las incentiva, como el erotismo y la sensualidad, sobre todo femeninas. Esto, aunado a la culpa del pecado original cargará sobre la mujer el peso de ser considerada vía de pecado, alimentando la consabida misoginia medieval.
 
Según Rehermann:

“El acto sexual se convirtió en pecado porque a través de la concepción, según el Génesis, se trasmitía el pecado original. De ser un mero transmisor del pecado, se convirtió en sí mismo en pecado. Toda la literatura bíblica permitía colocar a la mujer en el centro de las responsabilidades. ¿No había sido Eva el instrumento de Satanás? Fue durante la Edad Media que comenzó la tradición pictórica por la cual la serpiente se representaba con rostro de mujer. A estas imágenes se añadió más tarde un nuevo pecado: la vanidad. Numerosas pinturas a partir del siglo XIV muestran a la serpiente femenina sosteniendo un espejo en el cual se mira Eva. La mujer aparecía entonces a los ojos medievales como un ser propenso a la caída, solamente preocupada por sí misma, con el fin de provocar la falta del varón.”

Lo anterior llevó, opina Rehermann, a una tradición según las cuál era permitida toda práctica sexual no coital, para no transmitir el pecado original:

“Una tradición herética, aunque muy difundida, incitaba a la imitación de los goces inocentes del paraíso, que podían consistir en cualquier clase de juego erótico, salvo el coito, es decir, aquel que condujera a la procreación, que era la vía de trasmisión del pecado original. En el fresco de Miguel Ángel sobre la tentación se muestra a Eva sentada ante Adán, con la cabeza vuelta hacia la serpiente (que tiene torso femenino). Parece evidente que Eva fue interrumpida mientras mantenía una relación de sexo oral con Adán. Esto permite suponer que Miguel Ángel se inspiró en esa tradición que consideraba inocente y deseable el juego erótico no coital.”

La tentación.png

La misoginia en el siglo XII

Georges Duby nos proporciona en su obra Las Mujeres del siglo XII una imagen acabada de la concepción misógina que se tenía de la mujer en la Europa medieval de la 12a centuria. Citando a Étienne de Fougéres, obispo de Rennes entre 1174 y 1178, Duby enumera los tres pecados dilectos de las mujeres ‒que ya habíamos esbozado arriba‒: la mentira, que alienta la vanidad; la indocilidad, que las lleva a vengarse del varón, y la lujuria, que las lleva a al “pecado feo”, “al más execrable de todos”, al adulterio:

“Este hombre de Iglesia que las juzga descubre en la naturaleza femenina tres vicios mayores. Las mujeres, según él, se inclinan en primer lugar a desviar el curso de las cosas, a oponerse por eso a las intenciones divinas, usando unas prácticas, en su mayoría culinarias, que se transmiten en secreto. Cual más, cual menos, todas brujas, las damas elaboran minuciosamente entre ellas sospechosas mixturas, comenzando por los afeites, los ungüentos, las ceras depilatorias que utilizan, trasvistiendo su apariencia corporal para presentarse, engañosas, a los hombres.

«De putas vuélvense vírgenes y de feas y arrugadas, bellas.»”

“Porque –y es la segunda falla– las damas, indóciles, agresivas, son naturalmente hostiles a este varón al que fueron entregadas por sus padres, sus hermanos o sus hijos mayores. Ellas no soportan la necesaria tutela. En el seno de la pareja conyugal, la lucha continúa sorda, tenaz, cruel. Frente al esposo que se irrita al encontrarla tan distante cuando se dispone al amor, la esposa se muestra siempre más «pesada», más «reticente», «taciturna» –Étienne, como buen conocedor, elige con cuidado sus palabras–, «muda». Las damas son rebeldes, las damas son pérfidas, vindicativas, y su primera venganza es tener un amante.”

“En efecto, la tercera tara que afecta su naturaleza –y aquí tocamos el fondo de su malignidad– en ese tiempo, en ese lenguaje, tiene un nombre: «lamerío». Es la lujuria. Débiles como son, un deseo las consume, les cuesta dominarlo y las conduce directamente al adulterio. Frente al marido que las requiere, se cierran, reprimiendo su ardor. En cambio, insatisfechas, corren por doquier detrás de los galanes.” (Duby, 1998)

El adulterio

Probablemente buena culpa de la misoginia del medievo la tenga el temor al adulterio de la mujer. Si bien el adulterio del varón ha sido condenable, siempre ha sido tolerado. Así, por ejemplo, Alfonso X, “El Sabio”, nos ha legado una clasificación de los hijos tenidos por los hombres de su época con concubinas y prostitutas, de donde se colige que hasta cierto punto era tolerado para los varones relacionarse sexualmente con mujeres que no serían sus esposas:

“...los naturales, casi legítimos por haber sido concebidos en barragana o amiga oficial y exclusiva; fornecinos hijos de adulterio, concebidos entre parientes o hechos a monjas; espureos, hijos de barragana que no guarda la fidelidad debida a su amigo; manzeres tenidos con mujeres que se dan a todos quantos a ellas vienen; y notos nacidos del adulterio de la mujer, pero criados por el marido como si fueran propios.” (González, 1991)

Por su parte Georges Duby nos ilustra sobre lo permisible del concubinato, sobre todo en los varones de clase noble a quienes se permitía con familiaridad relacionarse con concubinas y procrear con ellas hasta en tanto no tomaran esposa noble y tuvieran hijos legítimos a quienes heredar:

“En París, en 829, los dirigentes de la Iglesia franca se reúnen en torno al emperador Luis el Piadoso. [...] Iluminados por el espíritu, los obispos hablan. Su discurso, destinado a los laicos, trata evidentemente del matrimonio.

«Los que tienen una esposa no deben tener concubina» (pero es evidente que los hombres que no están casados pueden tenerla).” (Duby, 2013)

Sin embargo no sucede lo mismo con el adulterio femenino que, sin duda, fue severamente castigado. Al respecto Luis Zapata nos ilustra el caso de una dama a la cual tras hallarla en adulterio el marido la obliga después de matar al amante a comer “aquel quinto miembro que le proporcionaba tanto placer” (Zapata, 1990). Por su parte Aurelio González nos aclara que “el marido ofendido también podía tomar venganza y hacer justicia por propia mano y matar a la mujer adúltera y a su cómplice”.
(González, 1991)

Este temor al adulterio en buena medida se desprende de la consideración de la mujer como un bien propiedad del varón. No hace falta forzar demasiado el mandamiento de la ley mosaica  “no desearás a la mujer de tu prójimo”, para constatarlo y ver que dicho mandamiento tiene la misma categoría del “no codiciarás los bienes ajenos”. Y es de llamar la atención que no existe un mandamiento en sentido inverso.

Solo que, a diferencia de cualquier otra posesión del varón, la mujer tiene decisión propia libre albedrío que el varón debe someter, pues está escrito como un imperativo: “y él te dominará”.

Esta libertad en la acción de la mujer hacía abrigar en el varón toda sospecha y, junto con una serie de factores, la tornaban enigmática e incomprensible a los ojos del hombre cristiano y lo hacían elucubrar características femeninas profundamente misóginas, como las ya mencionadas lujuria, charlatanería y brujería.

Magia y brujería

Sin duda, los secretos de las mujeres, transmitidos de generación en generación, tanto para embellecerse, para atraer a los hombres, para curar a los hijos por medio de la herbolaria, para evitar los embarazos en una época en que no existían los fármacos anticonceptivos, o bien para propiciarlos, provocaban en los hombres fascinación, asombro y temor. De ahí su asociación con la magia; estas mujeres debían ser mágicas. Las mujeres, dadoras de vida, también tenían la potestad de arrebatarla, pues eran ellas las encargadas de preparar los brebajes y alimentos, de preparar a los muertos, así tenían también potestad con la muerte. Y qué decir de la belleza de las mujeres, capaz de hechizar, de hacer perder la razón a los hombres. Debió ello ser decisivo factor en el temor que despertaban las mujeres de allí su concepción como brujas. “La naturaleza, pensaban, ha abierto un abismo entre dos especies distintas, la masculina y la femenina”. (Duby, 1998)

Así, el obispo Burchard de Worms  –haciendo gala de imaginación no inocenteinterrogaba en el siglo XI a las mujeres con el fin de detectar el pecado y combatir a Satanás:

“¿Has probado el semen de tu hombre para que se consuma de amor por ti? ¿has mezclado en lo que bebe, en lo que come, diabólicos y repugnantes afrodisíacos, pequeños venenos que hiciste marinar en tu regazo, ese pan que amasaste sobre tus nalgas desnudas, o bien un poco de la sangre de tus menstruos o incluso una pizca de las cenizas de un testículo tostado?”.

“«¿Has elaborado minuciosamente un veneno mortífero y matado a un hombre con ese veneno? ¿O solo quisiste hacerlo?» Matar o, por lo menos, debilitar por encantamiento, aniquilar la virilidad, las facultades generadoras.”

“Cuando reposas en el lecho, con tu marido recostado en tu regazo, en el silencio de la noche, a puertas cerradas, ¿crees poder salir corporalmente, recorrer los espacios terrestres junto a otras, víctimas del mismo error, y matar sin armas visibles a los hombres bautizados y redimidos por la sangre de Cristo, para luego comer juntas su carne cocida, colocar paja, madera u otra cosa en el lugar de su corazón y, después de haberlos comido, volverles a la vida, otorgándoles como una tregua?” (Duby, 1998)

Parafraseando a Duby diremos que en esos tiempos, los hombres temían ese arsenal misterioso y mortífero, femenino. Creían que si menguaban sus fuerzas, con seguridad se trataba del efecto de los filtros, de las tisanas que preparaban las mujeres. Se aprecia con claridad que aquellos atributos de la mujer inquietaban a los hombres:

“Si un niño muere, nacido o por nacer, sólo puede tratarse de la madre; si por la mañana se descubre a un marido muerto en su lecho, sólo puede tratarse de su esposa, que lo debió hacer por medio de drogas misteriosas cuyas recetas sólo conoce ella.”

De allí la pregunta que Duby expresa:

“¿Eran escasos los que, al dormirse, temblaban con la idea de que la dama que reposaba a su lado, aparentemente inofensiva, podría, durante el sueño, tomarles el corazón en sus garras y ponerle a cambio un puñado de paja?” (Duby, 1998)

Contestaremos que no.

A manera de conclusión

Para cerrar esta serie de nociones sobre la misoginia en la Europa medieval, de la que sostengo somos herederos en tanto que productos del llamado “encuentro de dos mundos”, me resta citar algunas célebres opiniones que sobre la mujer expresaron algunos santos doctos de la Iglesia que recoge Aurelio González en su artículo:

“Por una parte tenemos la visión de padres de la Iglesia como San Juan Crisóstomo, San Antonino, San Juan Damaceno o San Jerónimo, para quienes la mujer puede ser soberana peste, puerta del infierno, amor del diablo, larva del demonio o flecha del diablo, posición que indudablemente implica la consideración de la mujer como, fuente del pecado. [..] Desde luego, no se llegó a extremos, como el que cuenta la "leyenda negra" sobre el medioevo, de discutir en un concilio si la mujer tenía alma o no. Tenemos entonces una posición eclesiástica que considera a la mujer, como un ser dedicado esencialmente a la reproducción, inferior al hombre y fuente segura de pecado.” (González, 1991)

Y cerrar con una reflexión que tan pronto como en el prólogo a su obra El amor cortés o la pareja infernal expresa Jean Markale:

               
“En el siglo XII aparece una realidad cegadora, tanto que nadie la había visto, la existencia de la mujer junto a un ser masculino. Lo inédito es que ocurre en una sociedad cristiana, esencialmente edificada para los varones, que sólo admite a las mujeres como seres inferiores. A comienzos del siglo XI, más que nunca, la mujer es la sierva del hombre en el sentido de que le ayuda a obtener la plenitud.

Por una parte, la mujer es a menudo heredera de una posesión o una fortuna, sin la que el hombre no podría llevar a cabo la misión divina; por otra parte los teólogos y místicos que rechazan cualquier influencia de la misteriosa María de Magdala sobre Jesucristo, comienzan a percibir que ese mismo Jesucristo tomó cuerpo en el vientre de una mujer, a la que debe su humanidad y su encarnación como hijo de Dios.

Eso revela la extremada complejidad del problema, pues a fuerza de presentar a María como el modelo de todas las mujeres, como la madre universal, sólo se conseguía despertar las pulsiones agazapadas en las profundidades del inconsciente. Y, es necesario añadirlo, se despertaba también la antigua imagen de la diosa-madre, muy anterior a la era cristiana, especialmente céltica.

Y es sorprendente que el culto a la Virgen María coincida con el triunfo de la dama del amor cortés. Todo ocurre como si una misma concepción de la mujer hubiera sido presentada bajo dos formas aparentemente contradictorias, complementarias en realidad, depurada una de su contexto carnal, en un plano superior y trascendental, y trascendida también la otra, aunque destinada al plano profano.

Esta dicotomía es artificial. Nos hallamos tan empantanados en el contexto de la laicicidad que ya no vemos que se trata de dos rostros de una misma realidad: la dama del amor cortés no es otra que la Virgen María de las invocaciones pías, que llenan la liturgia cristiana.

A partir del momento en que una sociedad plantea de modo fundamental el principio de que la mujer es el eje necesario y esencial de su funcionamiento, sólo puede producirse la sublimación de la imagen femenina, y por todos los medios. La mujer aparece tanto como una hada maravillosa brotada de las brumas de la isla de los Manzanos, o como una horrible bruja dotada de poderes negativos y castradores, como con los rasgos magníficos y depurados de una Virgen que dio a luz, milagrosamente a un Niño-Dios, proyección fantástica del ser humano en busca de su trascendencia.”
(Markale, 2006)

A esto es quizá a lo que se refería Jacques Le Goff cuando como apuntamos al principio afirmaba que la mujer debe su emancipación a la Edad Media. 



Referencias bibliográficas y documentales




  • Béroul y Thomas. Tristán e Isolda, Traducción y prólogo de Luis Zapata. México, Conaculta, 1990, 156p.
  • Cabanes Jiménez, Pilar; "Misoginia en la edad media, aproximación a un catálogo de los defectos femeninos". En Revista Arqueología. Historia y viajes sobre el mundo medieval, número 21. EDM revistas, 2007 edición VI/2007. España. pp. 42-52
  • Corradini, Luisa; "Seguimos viviendo en la Edad Media", dice Jacques Le Goff”, en Diario La Nación, Miércoles 12 de octubre de 2005. http://www.lanacion.com.ar/746748-seguimos-viviendo-en-la-edad-media-dice-jacques-le-goff Vigente al 21 de septiembre de 2017
  • Coulanges, Fustel de; La Ciudad Antigua, estudio sobre el culto, el derecho y las instituciones de Grecia y Roma; Estudio preliminar de Daniel Moreno, México, Editorial Porrúa, 13a ed. 2003, 419p.
  • Duby, Georges; El caballero, la mujer y el cura. El matrimonio en la Francia feudal, Editorial Taurus, 2013, 336p.
  • Duby, Georges; Mujeres del siglo XII. Volumen III. Tr. Cristina Vila R., Editorial Andrés Bello, Santiago - Chile, 1998, 194 p.
  • González, Aurelio; “De amor y matrimonio en la europa medieval. Aproximaciones al amor cortés”, en Concepción Company Company, Amor y Cultura en la Edad Media, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, México, 1991. pp. 29-42.
  • Las mujeres en el pensamiento platónico, lunes, 19 de diciembre de 2011, http://floridafilosofia.blogspot.mx/2011/12/las-mujeres-en-el-pensamiento-platonico.html Consultada el 21 de septiembre de 2017.
  • Markale, Jean; El amor cortés o la pareja infernal, Palma de Mallorca, 2006, Editor J. J. de Olañeta, 256p.
  • Rehermann, Carlos; “Cantos a la Dama Amor: Místicas y trovadoras de la Edad Media”, en H Enciclopedia. Publicado originalmente en Insomnia, Nº 34. http://www.henciclopedia.org.uy/autores/Rehermann/Literaturafemenina.htm Vigente el 20 de septiembre de 2017
  • Rodríguez, Omar; Jantipa, la "Jantipática" esposa de Sócrates, publicado el 3 de mayo de 2010 http://josemarti91.blogspot.mx/2010/05/jantipa-la-jantipatica-esposa-de.html Consultada el 21 de septiembre de 2017.
  • Tachen; Historia de la Filosofía, Sócrates y Xantipa, posteado en mayo 23 de 2006 http://blog.nueva-acropolis.es/2006/socrates-y-xantipa/ Consultada el 21 de septiembre de 2017.
  • Wikipedia, “Lilit”: https://es.wikipedia.org/wiki/Lilit Vigente al 21 de septiembre de 2017.
 


Bájalo en PDF 

jueves, 14 de septiembre de 2017

Sobre el día de la Independencia

Pregunta del semestre para ustedes:

¿Qué se conmemora el 15 de septiembre? Piénsalo bien.

R: ...

..."Nada".


El inicio del movimiento de Hidalgo (que por cierto "no buscaba la Independencia", de ahí que gritara "¡Viva Fernando VII!") fue el 16 de septiembre de 1810, no el quince. Pero, además Hidalgo fue vencido en el Cerro de las Cruces, luego en el Puente de Calderón, aprehendido en las norias del Baján, excomulgado, fusilado, degollado y exhibido. Su sucesor Morelos, que sí quería la independencia, también fue fusilado en 1815. Lo mismo pasó con Mina. Victoria fue derrotado y huyó a la selva y Guerrero fue reducido a la sierra del estado que hoy lleva su nombre. Luego pactó con Iturbide (¡que había peleado contra Hidalgo, Morelos, etcétera en el bando de los realistas opuestos a la independencia!) la independencia del país que, dicen, se consumó el 27 de septiembre de 1821 -día del cumpleaños de Iturbide- con la entrada del ejército trigarante a la Ciudad de México.

En todo caso España siguió peleando la posesión de la Nueva España (hoy México) y no reconoció su independencia sino hasta el 27 de diciembre de 1836.
Entonces el día de la independencia pudo haber sido más apropiadamente el 28 de septiembre de 1821 en que se firmó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, pero ..."no somos un imperio". O bien el 31 de enero, porque en 1823, tras la abdicación del entonces emperador Iturbide, el Congreso firmó el Acta de los "Estados Unidos Mexicanos".

Pero, si somos independientes ¿por qué nos llamamos "Estados Unidos"? Paradojas de la historia.

En fin, el equívoco proviene de que durante la dictadura porfirista, "El llorón de Icamole" (Díaz) para celebrar su cumpleaños, que era el 15 de septiembre, y para exacerbar el culto a sí mismo hacía coincidir con su cumpleaños el día de la Independencia e implantó la costumbre del grito, "emulando a Hidalgo".

Por cierto, lo que sí gritaba Hidalgo era: "muera el mal gobierno".

Entonces ¿Por qué no habríamos de tener clases mañana?

miércoles, 13 de septiembre de 2017

La Guerra de Vietnam

Como ya hemos visto, la situación en los Estados Unidos en la década de los 50's y 60ś con respecto a su población afroamericana distaba de ser la idónea y se libraban duras batallas por obtener el pleno reconocimiento de los derechos civiles.

Por otra parte los "campeones de la democracia" se alistaban para impedir el expansionismo del socialismo en el escenario de Vietnam, bien enviando primero asesores de guerra para adiestrar a los vietnamitas del sur para que combatieran a sus pares comunistas como a los opositores al régimen de Ngo Dinh Diem, caracterizado por la corrupción y el abuso. Luego atacando de forma abierta al denominado Frente Nacional de Liberación de Vietnam, o Vietcong, en una guerra que les llevaría casi una década y en la cual no conseguirían ningún avance sustancial y sí la cada vez más creciente oposición de su opinión pública y el descrédito por verse obligados, ante la tenaz defensa del pueblo vietnamita, a abandonar la guerra con más pena que gloria.

El territorio que actualmente ocupa Vietnam había sido, junto con Laos y Camboya, la colonia francesa denominada Indochina. Durante la Segunda Guerra Mundial, habiendo caído Francia bajo el dominio alemán, el régimen de Vichy permitió la ocupación del territorio por el imperio japonés, ante lo cual se levantó un frente de defensa nacionalista en Vietnam denominado el Viet Minh, que peleó férreamente contra la ocupación nipona. Concluida la guerra los vietnamitas, con Ho Chi Minh al timón, declararon la independencia de la República Democrática de Vietnam y establecieron un régimen socialista. Sin embargo los franceses volvieron a ocupar el país, dando origen a la Guerra denominada de Indochina que se libró de 1945 a 1954, y que concluyó con la derrota francesa y con la firma de los acuerdos de Ginebra que establecían:

  • La total independencia de Laos y de Camboya de la Unión Francesa.
  • La partición de Vietnam, en dos estados independientes, por el paralelo 17:​ Vietnam del Norte con capital en Hanói, cuyo presidente era Ho Chi Minh; y Vietnam del Sur, con capital en Saigón y como jefe de estado el antiguo emperador Bao Dai y su primer ministro Ngo Dinh Diem.
  • La progresiva descolonización de Francia hasta entregar todo el poder a las autoridades locales de los respectivos países en 1957.
  • La celebración de un referéndum en los dos Vietnam para decidir por voto popular su separación definitiva o su reunificación en 1958.


Sin embargo ante la retirada de las tropas francesas, el emperador Bao Dai dimitió, lo que posibilitó que Ngo Dinh Diem asumiera el control de Vietnam del sur en un régimen dictatorial apoyado por los Estados Unidos. Por otra parte, el nuevo régimen del sur se negó a llevar a cabo el referéndum, violando los acuerdos, ante su temor bien fundado de que los sudvietnamitas votaran a favor de la unificación y el establecimiento del socialismo.

El entreguismo del régimen de Diem, la corrupción rampante, el endurecimiento contra la población por el supuesto, o real, apoyo a los comunistas norvietnamitas y el hecho de que los funcionarios del gobierno profesaban la religión católica en un país de mayoría budista, hicieron impopular al régimen y provocaron el surgimiento y crecimiento de un frente de resistencia denominado Frente Nacional de Liberación de Vietnam, que más tarde se conocería sencillamente como el Vietcong y que sería apoyado por los comunistas norvietnamitas, quienes a su vez tendrían el apoyo tanto de la Unión Soviética como de la China comunista, haciendo de Vietnam uno de tantos escenarios de la Guerra Fría.

Ho Chi Minh


En un primer momento el apoyo dado por los Estados Unidos a los vietnamitas del sur consistió en apoyo logístico, enviando asesores de guerra, equipo y material bélico, basados en la lógica de no comprometer vidas americanas y dejar que los propios vietnamitas hicieran el trabajo sucio y sirvieran como carne de cañón. Toda vez que confiaban en que la superioridad armamentista y tecnológica suministrada bastaría para que en poco tiempo el sur retomara el control y aún hiciera retroceder al comunismo en el norte. Sin embargo las cosas no salieron como lo habían planeado y, cuando se dieron cuenta de que el ejército del sur no se bastaba para la empresa se hizo necesaria la intervención directa, para lo cual el presidente Lyndon B. Johnson echó mano de un acontecimiento denominado el Incidente de Tonkin que consistió en el hecho de que unas pretendidas lanchas torpederas norvietnamitas atacaron al poderoso destructor USS Maddox en el Golfo de Tonkin, lo cual permitió a Johnson obtener la venia del Congreso de los Estados Unidos para enviar tropas de ataque a Vietnam y emprender la ofensiva sobre puntos estratégicos de apoyo a los comunistas, pero sin invadir Vietnam del Norte para no provocar un conflicto abierto de alcances mundiales.

En un primer  momento Johnson contaba con el apoyo popular para su campaña de intervención en Vietnam, la cual vendía como de defensa del mundo libre. Sin embargo conforme se prolongó el conflicto y ante la inminente falta de resultados ostensibles, aunado al cada vez más oneroso costo del apoyo y, sobre todo a la cobertura mediática de la guerra, que puso al descubierto las atrocidades cometidas por uno y otro bando, ese apoyo se desvaneció y un sentimiento adverso movió a la opinión pública mundial, pero sobre todo estadounidense, a exigir el término de la guerra y la salida de los Estados Unidos del territorio vietnamita.

La guerra librada no salió como los mandos estadounidenses lo habían planeado. No fue una guerra rápida definida por la superioridad armamentista. Acostumbrados a la lucha sin cuartel en el frente contra un enemigo visible al que podrían derrotar fácilmente, los americanos se desconcertaron y desmoralizaron, pues se hallaron, por el contrario contra un enemigo fugaz, conocedor del terreno selvático que prolifera en la región, muy tenaz y experto, debido a su historia reciente, en la guerra de guerrillas, consistente en los ataques por sorpresa y su rápido desvanecimiento entre la espesura de la selva, los túneles, excavados durante la ocupación japonesa y la guerra contra Francia, y el abrigo de la noche. Un enemigo bien articulado, con amplio apoyo social, debido al nacionalismo, al adoctrinamiento y al miedo a la represalia, capaz de confundirse durante el día con los campesinos y con la población común. Un enemigo invisible, pero sobre todo contumaz.



Debido a lo anteriormente dicho, los estadounidenses implementaron durante la guerra el uso de bombardeos incesantes cuya finalidad era la de abrir espacios para el aterrizaje de los helicópteros que se volvieron indispensables y que cumplían con la finalidad doble de transportar tropas como de atacar por aire los posibles blancos del Vietcong. Así mismo implementaron el uso de herbicidas como el "agente naranja", capaz de convertir la selva en yermos páramos y desolar la región restando refugio a los combatientes del FNLV. Pero sobre todo, destaca el uso del llamado fuego líquido o Napalm implementado para atacar a los combatientes invisibles del Vietcong, pero también a los sospechosos de brindarles apoyo en un inhumano infierno que hacía arder hectáreas enteras de terreno y todo lo que en ellas se hallara.




El recrudecimiento de la guerra, tanto como su prolongamiento y la falta de resultados claros, pues a pesar del incremento de tropas, armamento y recursos económicos no se lograba el control del territorio ni abatir la moral de los combatientes del FNLV, hicieron parecer la intervención estadounidense a los ojos de sus conciudadanos como inútil y absurda, percepción que se agravó a raíz de la cobertura mediática que evidenció las atrocidades de la guerra, haciendo crecer el descontento y la presión al gobierno norteamericano para salir de Vietnam y poner fin a su intervención, aún en contra de  los deseos del ahora presidente Richard Nixon,  de no ser el primer presidente estadounidense que perdiera una guerra, por lo que intensificó los ataques para forzar al Vietcong a firmar la paz. No lo lograría del todo y, con pena, Nixon tuvo que dejar la presidencia de los Estados Unidos debido al escándalo de espionaje Watergate en que se vio involucrado y que lo llevó a renunciar al cargo. El nuevo presidente Gerald Ford, ante la creciente presión de la opinión pública tomaría la decisión de retirar las tropas estadounidenses de Vietnam.

Joven soldado del ejército estadounidense


Incidentes como el ocurrido en la aldea de My Lai, cubiertos por la prensa, jugaron un papel decisivo en la oposición a la guerra.

"El 16 de marzo de 1968 las tropas de Estados Unidos lanzaron una operación en la región de Son My en la búsqueda de vietcongs. Al segundo teniente William Laws Calley y su sección le fue asignada la zona My Lai 4. Al llegar a la zona de aterrizaje los helicópteros dejaron a los soldados y se desplazaron a la posición de espera. A lo largo de cuatro horas, Calley y sus hombres violaron a las mujeres y las niñas, mataron el ganado y prendieron fuego a las casas hasta dejar el poblado arrasado por completo. Para terminar, reunieron a los supervivientes en una acequia donde Calley disparó su arma contra ellos y ordenó a sus hombres que hicieran lo mismo hasta matar a todos los habitantes de la zona (ancianos, mujeres y niños).

Por "defectos" en la investigación, no se sabe aún la cifra exacta de asesinados, pero se estima que debió estar entre las 347 y 504 personas.

Unos días después, el Ejército de Estados Unidos emitió una información oficial, donde enumeraba sólo unos 120 muertos, de los cuales 90 eran vietcong no civiles y 30 vietcong civiles. Pero en toda la operación se habían incautado sólo tres armas vietcong, lo que contradecía la información oficial.

La masacre de My Lai no fue la única matanza cometida por las fuerzas estadounidenses, pero por su magnitud fue la que más escándalo provocó en los Estados Unidos y el mundo.

El alférez Calley era un oficial poco preparado y no apto para el mando, no lograba victorias y capturas de enemigos que le hicieran merecedor de ascensos y condecoraciones. Además, no supo aguantar la presión de sus superiores para lograrlas y decidió cometer una matanza y cuantificar buena parte de los asesinados como enemigos abatidos. El sistema estadounidense para marcar objetivos contribuyó mucho a casos como éste ya que entre otros elementos, la selección de oficiales se hacía sobre el material humano disponible y no sobre el necesario para el mando.



En una guerra como la de Vietnam, donde no existían frentes definidos ni posiciones que tomar, la cuantificación de bajas causadas al enemigo se fijó como el indicador de la eficiencia de oficiales y unidades. Pero, como es sabido en todos los campos donde se utilizan indicadores, muchas veces lo que se hacía no era buscar la manera de alcanzar el objetivo sino mejorar el indicador, es decir, conseguir la mayor cantidad de muertos posible". (Wikipedia)

La Guerra de Vietnam resultó un esfuerzo inútil y costoso por parte de los Estados Unidos para detener el avance del comunismo. Así mismo una gran victoria para el pueblo vietnamita y para los movimientos de liberación nacional en el mundo que vieron que era posible oponerse a los designios de una gran potencia bélica.