viernes, 8 de septiembre de 2017

El movimiento por los derechos civiles

Entre 1890 y 1930 los trabajadores negros seguían dedicados a los trabajos agrícolas y a las ocupaciones más bajas que no requerían de preparación. La clase de oficios en que se ocupaba a los negros estaban generalmente asociados a tareas de limpieza.

Hacia 1940 los obreros negros calificados representaban sólo el 4.4% del conjunto de los asalariados negros, mientras que entre los blancos, los no calificados representaban el 15.6% del total de obreros blancos y el salario del negro era equivalente a una tercera parte del de un asalariado blanco de la misma categoría.

Los efectos de la primera guerra mundial ocasionaron una migración de más de 1 000 000 de negros hacia el norte, en donde encontraban trabajo en la floreciente industria, aunque esta oferta se limitaba a los puestos menos calificados y peor pagados. Las fábricas perdieron, debido a la contienda, miles de obreros especializados que se sumaron a la industria de guerra; en su desesperación por llenar el vacío, las compañías recurrieron a la contratación de mujeres y de negros.

El asentamiento urbano de los recién llegados ocasionó disturbios por diversos motivos: la competencia por los empleos y por la vivienda. La presencia de los negros en los vecindarios blancos originó más de una manifestación de repudio, a menudo con un saldo trágico.

La división marcada por una "línea de color" se observaba en los llamados "cinturones negros", que se caracterizaban por sus alojamientos insalubres e invadidos por plagas, así como por ser zonas de alta incidencia criminal.

Los testimonios de la época reflejan la moral positiva de las tropas afronorteamericanas en el frente, pues abrigaban la esperanza de acceder a un futuro mejor si tenían un buen desempeño en filas y en las trincheras, y de lograr ser reconocidos como ciudadanos con plenos derechos una vez que se obtuviera la victoria. Sin embargo, a su regreso no encontrarían un ambiente tan favorable a sus propósitos como lo habían soñado

Los años posteriores a la primera guerra mundial fueron escenario de violentos enfrentamientos entre blancos y negros que se disputaban los empleos disponibles. Las medidas adoptadas por la política del New Deal afectaron a la agricultura y ocasionaron desventajas para los afronorteamericanos, ya que se determinó reducir la extensión de tierras que podía dedicarse al cultivo de productos básicos, que incluían al tabaco y al algodón. Esta política dio como resultado el despido masivo de los empleados agrícolas negros y permitió a los dueños de las plantaciones sacar a los medieros sin compensación alguna.

El efecto del New Deal en la industria, por el contrario, fue benéfico, ya que con el reconocimiento de la Ley de Relaciones Laborales expedida en 1935, se garantizaba el derecho a los contratos colectivos y se desautorizaba a los “sindicatos blancos”. El efecto aglutinador de esta ley vigorizó las actividades de las organizaciones obreras y dio un especial impulso al movimiento obrero relacionado con las industrias de producción masiva ‑acero, automotriz, textil, etc.‑ cuyos obreros no contaban hasta ese momento con sindicatos, y era precisamente en ellas donde se empleaba a un gran número de afronorteamericanos.

Sin embargo, no se puede decir lo mismo para las empresas iniciadas por los negros. Los únicos grandes negocios de negros que pudieron sobrevivir fueron aquéllos en donde no tenían que enfrentar la competencia de los blancos, por ejemplo,en el campo de los seguros, donde las empresas blancas se negaban a vender sus servicios a los negros por considerarlos personas de alto riesgo. Paralelamente en los servicios financieros la comunidad negra pudo desarrollar sus actividades debido a que los bancos de los blancos desalentaban a los ahorradores negros por tener cuentas con cantidades mínimas y con mucho movimiento, lo que representaba un gasto mayor al promedio y, por lo tanto, un mal negocio.

El separatismo racial llevaba a una sociedad dividida en la que blancos y negros vivían en mundos distintos, ya que la segregación se reforzaba en todos los sitios públicos incluyendo los reclusorios, los hospitales y hasta las ambulancias.

La guerra creó el momento propicio para que los afronorteamericanos buscaran su independencia política y la libertad de afiliarse al partido de su conveniencia. En 1920, la mayoría del voto negro fue para el candidato republicano, aunque en los diez años siguientes adquirieron la madurez para optar por nuevos horizontes, incluidos algunos experimentos socialistas y comunistas. En las elecciones presidenciales de 1932, la comunidad afronorteamericana dio su apoyo masivo al Partido Demócrata y a su candidato Franklin D. Roosevelt, quienes se encargaron de conquistar a los votantes afronorteamericanos con obras públicas y programas de ayuda, además de que el presidente se encargó de colocar a un grupo significativo de miembros de la comunidad en su famoso "Gabinete Negro". La popularidad de Roosevelt entre los afronorteamericanos continuó en aumento y en las elecciones de 1936 logró obtener entre 70 y 80% del voto de los negros, porcentaje que se repitió en la campaña de 1940. La administración de Truman seguiría una política similar incluyendo la prohibición de la discriminación en las fuerzas armadas y, más adelante, el dictamen sobre la desegregación escolar emitido por la Suprema Corte.

De todas las expresiones de intolerancia racial posteriores a la guerra, el renacimiento del Ku Klux Klan, en Atlanta en 1915, fue la que más impacto causó a la comunidad afronorteamericana. Hasta antes de la primera guerra mundial, los miembros del Klan eran pocos. Pero el número de sus integrantes aumentó rápidamente hasta alcanzar, para fines de 1919, una cifra cercana a los 100 000. A diferencia de su antecesora, la nueva organización no limitó sus actividades a los estados del sur, sino que operaba de un extremo a otro del territorio norteamericano, desde Maine hasta California; y ahora, a diferencia de lo que establecían sus principios durante el siglo XIX, incluía en su lista de segregados, además de a los negros, a los orientales, a los judíos, a los católicos, a los inmigrantes y a los grupos radicales. Como resultado de la ampliación de esta lista de supuestos enemigos, el año que siguió a la firma de los tratados de paz (1919), fue especialmente violento en el número de disturbios y de crímenes perpetrados. La manifestación más seria tuvo lugar en Chicago y el incidente que sirvió como detonador fue la muerte de un niño negro en la playa del lago Michigan. La causa de su muerte fue el haber entrado a una sección de la playa reservada para blancos, quienes lo recibieron con una lluvia de piedras que lo hicieron caer al agua y ahogarse. La protesta cobró tales dimensiones que tuvo que intervenir la milicia, dejando un saldo de 38 muertos y alrededor de 500 heridos. La violencia racial se había desplazado del campo a la ciudad donde, en adelante, cobró muchas víctimas por causas aparentemente triviales, pero con profundas raíces de descontento social y de desigualdad económica.

Las inquietudes de la década de los veinte, propias de la comunidad afronorteamericana y producto de un lógico activismo intelectual, fructificaron como el "Renacimiento Negro"; así llamado por tratarse de un periodo de grandes logros en los campos literario, artístico y musical. Se trató de un esfuerzo para articular el espíritu rebelde del negro y mostrar el advenimiento de un nuevo espíritu étnico  singular. Los artistas negros hicieron un esfuerzo deliberado por dejar de imitar la obra de otros, produciendo sus obras con un contenido racial pero de significación universal. Buscaban ser escritores, no escritores negros. Entre los líderes del movimiento y figuras connotadas estuvieron W. E. B. Dubois, quien editó la revista Crisis, que se convertiría en el portavoz de la comunidad negra del Harlem neoyorkino. Otro escritor líder fue James W. Johnson, quien en su obra Fifity years and other poems, narra el medio siglo de sufrimiento que siguió a la abolición, y con la que adquirió notoriedad. Johnson y A. Locke realizaron una importante labor editorial y publicaron una serie de trabajos antológicos de miembros de la comunidad.

Otro éxito literario fue la aparición en 1922 del libro de versos de Claude McKay, White shadows, en el que por medio de imágenes vacías el autor expresa su orgullo negro y su resentimiento contra la injusticia racial. Del mismo modo, el arte y la música florecieron en esta época dorada, escenificándose obras y ejecutándose conciertos en los centros comunitarios más diversos como clubes deportivos y centros nocturnos. Los músicos ofrecían sus servicios en eventos privados donde recolectaban dinero para apoyar a los escritores y pintores; los vecinos, en actitud solidaria, cubrían las deudas de los artistas con tal de que liberaran su espíritu creador.

La nueva percepción cultural de los afronorteamericanos contagió a otras ciudades, las que igualmente vieron emerger círculos poéticos y de teatro. El movimiento también llegó a las escuelas que, como resultado, aumentaron su número de graduados en la década de los veinte.

La producción científica tuvo también sus representantes. En 1923 George W. Carver, egresado del Instituto Tuskegee recibió la más alta distinción otorgada por la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color por sus trabajos en conservación de suelos, por haber logrado el mejoramiento de especies alimenticias como la papa, la nuez y el cacahuate; además, fue miembro de la Real Academia de Inglaterra. En el terreno de la medicina, destacó la labor de Daniel H. Williams, como precursor de la cirugía de corazón.

Marcus Garvey, el "Moisés Negro", llegó a Nueva York con el propósito de fundar una sucursal de la Asociación Universal de Superación del Negro y una Liga de Comunidades Africanas. En cinco años había construido una organización con varios millares de miembros de origen africano en Estados Unidos, las Antillas, América Latina y África que tenían en común lograr el sueño de  unir a los pueblos negros del mundo en un país con un gobierno propio. Hacia 1921 constituyó formalmente la empresa El Imperio de África, que se había negociado con el gobierno de Liberia, mediante la cual se pretendía domiciliar en tierra liberiana a un importante número de inmigrantes afronorteamericanos. La oposición a sus proyectos creció debido a la desconfianza de las elites negras, pues en el pasado, las organizaciones de esta naturaleza habían servido sólo como medios de enriquecimiento personal.

En 1923, Garvey fue acusado de usar el correo con fines fraudulentos y fue encarcelado en 1925 en la penitenciaría de Atlanta, siendo liberado dos años más tarde a condición de ser deportado a su natal Jamaica. Por breve tiempo Garvey representó una esperanza para la comunidad afronorteamericana que lo convirtió en símbolo del nacionalismo militante negro. Poco antes de ser encarcelado había declarado: "Estén seguros de que he sembrado bien la semilla del nacionalismo negro y de que no puede ser destruida por ninguna de las fuerzas que me han combatido."

Los Juegos Olímpicos celebrados en Munich, en 1936, dieron la oportunidad a Jesse Owens de convertirse en la estrella de un deporte que sería el símbolo de la comunidad deportiva afronorteamericana: las competencias de pista y campo, en las que conquistó cuatro medallas de oro. Con este triunfo, Owens echaba por tierra las teorías racistas de Hitler, quien se negó a imponer las medallas al atleta negro.

Los mayores logros obtenidos por los afronorteamericanos en el terreno laboral, entre 1939 y 1954, se debieron fundamentalmente al movimiento migratorio provocado por la segunda guerra mundial. Del mismo modo que durante la primera gran guerra, más de 300 000 afronorteamericanos abandonaron el sur, aunque a diferencia de sus predecesores, cerca del 60% de ellos cambiaron su residencia a la costa del Pacífico. Entre 1940 y 1965 unos 2 750 000 negros abandonaron el sur, y se asentaron alrededor de las ciudades.

La industria de guerra dio empleo a cerca de 1 500 000 afronorteamericanos; casi la mitad se concentraron en regiones donde la carencia de mano de obra era más aguda, aunque no por ello lograron superar la discriminación social y continuaron al margen de la prosperidad de posguerra.

El negro reaccionó con patriotismo ante el anuncio de la llegada de la segunda guerra mundial, aun cuando la experiencia adquirida durante la primera, lo había hecho escéptico a las promesas surgidas en las campañas políticas del presidente Roosevelt, quien ofrecía hacerlo partícipe de la riqueza obtenida por la industria armamentista. No obstante, la discriminación laboral en la propia industria bélica motivó severas protestas de miembros de la comunidad negra. A Roosevelt no le quedó otro camino que promulgar la orden ejecutiva 8802, por la cual se prohibía la discriminación en las industrias que ejecutaran contratos gubernamentales, nombrando al mismo tiempo un Comité de Costumbres Equitativas en Materia de Empleo, para que supervisara su cumplimiento.

En el ejército, la discriminación afectó la moral del soldado afronorteamericano. La gran mayoría de los soldados negros abrigaban la esperanza, al igual que en la mundial anterior de que al finalizar esta guerra obtendrían un mejor trato y un mejor nivel económico, y también de que gozarían de más derechos y privilegios. Sin embargo, los integrantes del ejército que quedaron estacionados en el país, sufrieron la discriminación que soportaban las unidades negras en los lugares donde se localizaban las unidades de reserva. La prensa negra de la época está llena de reportes que describen el trato hostil por parte de civiles y de la policía blanca de los pueblos sureños hacia los soldados y otros miembros de las fuerzas armadas.

La oficialidad negra sufrió también el efecto de estas prácticas discriminatorias, tanto de parte de la institución como de sus colegas de servicio. El éxito de las escuelas mixtas para oficiales no fue bien acogido por el Departamento de Guerra, que se pronunció a favor de abrir escuelas de vuelo para oficiales aviadores negros.

El curso de la guerra, la participación de los afronorteamericanos, y sus aspiraciones, no hicieron variar la actitud segregacionista de la sociedad blanca. En los estados del sur, por el contrario, persistió el tenso ambiente por motivos raciales que era común allí en tiempos de paz. También en el norte y en el oeste se sentía esta tensión, que se hizo evidente en 1943 tanto en el Harlem neoyorquino, como en Los Ángeles y en Detroit.

Harry Truman fue el presidente que dio los primeros pasos para cambiar las tendencias legales de las relaciones interétnicas; en 1946 designó la Comisión Presidencial por los Derechos Civiles. Esta comisión no pudo lograr el establecimiento de una legislación favorable a las minorías, pero fue la encargada de sentar el precedente y de incluir el tema en la agenda liberal.

Una muestra del cambio en la política social fue la invitación a los miembros de la comunidad afronorteamericana para enlistarse en el ejército en tiempos de paz. Esta política atrajo de inmediato a los negros al grado que, unos meses después del anuncio, cerca de 20% de las solicitudes de enlistamiento recibidas habían sido hechas por afronorteamericanos. Sin embargo, los reclutas negros fueron asignados a unidades segregadas. La protesta fue escuchada por el presidente Truman, quien en 1950, recomendó que el ejército, la armada y la fuerza aérea, debían eliminar cualquier vestigio de segregación remanente en sus reglamentos y actividades.
Así se hizo, y después de esta batalla, el siguiente paso en contra de la segregación se dio en el campo de la educación pública. En una serie de casos la Suprema Corte obligó a los poderes estatales a buscar la igualdad. En Missouri en 1938 se ordenó a la universidad estatal admitir en su escuela de leyes a un estudiante negro, pues no existía otra forma en que el interesado obtuviera los conocimientos en esa materia, dentro de los límites del estado. Diez años más tarde, en 1948, la Suprema Corte emitió una orden similar para la Universidad de Oklahoma y, hacia 1950, se hizo necesaria una nueva intervención de la Corte con el fin de ordenar a la Universidad que desistiera de su actitud segregacionista hacia G. W. McLaurin. A este alumno se le obligaba a sentarse en un pupitre colocado en una sala anexa al salón de clase, separado de los demás estudiantes; debía además usar una mesa destinada para él en la biblioteca, y acudir a la cafetería escolar en un horario preestablecido.

En mayo de 1954 los nueve miembros de la Suprema Corte de Justicia emitieron su decisión unánime sobre el caso de Brown contra la Junta Educativa de Topeka: “la segregación de niños en las escuelas públicas con base en diferencias raciales es anticonstitucional”. La Corte declaró que los servicios educativos separados eran por naturaleza inequitativos y despojaban a la persona segregada de la protección garantizada por la 14a enmienda constitucional.

El activismo en favor de los derechos civiles, en la posguerra, llegó también a los deportes profesionales. Los redactores deportivos de origen negro urgían a sus colegas blancos a que promovieran entre los propietarios de equipos la contratación de jugadores negros. La respuesta se obtuvo en 1945, cuando el equipo de beisbol de los Dodgers contrató a Jackie Robinson, un atleta distinguido de la Universidad de California en Los Ángeles.

En los años sesenta, como nunca antes, los afronorteamericanos se convirtieron en objeto de la atención nacional gracias a su distribución generalizada en todo el territorio nacional.

Como de costumbre, la gran amenaza para el obrero negro era el desempleo y la discriminación en las escasas fuentes de trabajo. Cerca de la mitad de los trabajadores negros, fuera de la agricultura, realizaban trabajos no especializados en 1963, y el 12% de la población estaba desempleado. El ingreso medio de las familias negras equivalía al 52% del de las familias blancas. A principios de la década de los sesenta, la segregación en el mercado de viviendas ‑en renta o en venta‑ se convirtió en algo común en la cotidianidad del negro y la diferencia entre vivir en Chicago, Illinois, o en Selma, Alabama, no era mucha. La segregación era la misma.

Al problema de la integración vecinal del afronorteamericano se añadía el de la educación de sus hijos y el de la segregación laboral. El negro que pretendía inscribir a su hijo en una escuela "blanca", podía tener dificultades para conservar su empleo, para obtener un crédito bancario o para lograr una extensión en el pago de su hipoteca. Estas amenazas se extendían a los miembros de la comunidad blanca que participaran de las mismas ideas, quienes se exponían, además, a sufrir el ostracismo social por parte de la comunidad blanca a la que pertenecían.

En cuanto a la educación, el interés de la NAACP se dirigió hacia el logro de mejores instalaciones mobiliarias para las escuelas e institutos de enseñanza superior, a mejorar los salarios de los profesores y a actualizar el carácter de las instituciones mediante la superación académica, la actualización de los planes de estudio y la creación de carreras profesionales que las elevara al nivel de universidades. El establecimiento de centros de enseñanza de esta naturaleza fue en aumento, dando lugar a lo que algunos llamaron "fortalezas de la segregación" por considerárseles como centros en los que se mantenía una educación de carácter racial.

En la posguerra se consideró a los derechos civiles como un asunto primordial. Habiéndose ganado la batalla al racismo en Europa, no quedaba más, en los Estados Unidos, que atacar a su variante doméstica. Además, las denuncias constantes contra las violaciones a los derechos humanos en la Unión Soviética, no podían sostenerse cuando la sociedad norteamericana consideraba a los afronorteamericanos como ciudadanos de segunda clase. Así pues, el movimiento en pro de los derechos civiles nació de una larga historia de agravios y de aspiraciones frustradas. En el curso de estas décadas el movimiento se dividió en dos fases distintas, cada una de ellas con metas, liderazgo e ideología propias. La primera, fue el movimiento en pro de los derechos civiles, caracterizada como la "etapa pacífica" o la era de Martin Luther King Jr. (1955-1965) y, la segunda la fase del nacionalismo negro, de carácter más bien urbano y que es asociada con militantes como Stockely Carmichael, Huey P. Newton, y LeRoi Jones.

La variación de la lucha, del terreno legal en las cortes a la protesta callejera, se originó con un incidente en Montgomery, Alabama, en diciembre de 1955. En esa fecha, la señora Rosa Parks violó un reglamento local al negarse a ceder su asiento a un blanco en un autobús de transporte público. Su arresto motivó que los afronorteamericanos boicotearan el transporte en toda la ciudad, pocos días después del incidente. El boicot fue todo un éxito, a pesar de los ataques intimidatorios a los líderes del movimiento, del hostigamiento legal, de los arrestos masivos y de las demandas civiles. El movimiento se mantuvo hasta que Robert Carter, consejero legal de la NAACP, llevó el caso a juicio en la Corte Federal, y el 13 de diciembre del año siguiente (1956), la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos dictaminó que la segregación en el transporte público de la ciudad de Montgomery era ilegal.

Una de las ganancias más sonadas del movimiento fue la aparición de Martin Luther King Jr. que, a partir de entonces, encabezó el NAACP. Martin Luther King Jr., era el hijo de un predicador de Atlanta, había estudiado teología en la Universidad de Boston y tenía poco tiempo de haberse incorporado a su primera misión en la ciudad de Montgomery. Durante su juventud había quedado fascinado con el ensayo Civil desobedience de Thoreau, que fue su primer contacto con la teoría de la resistencia y el pacifismo. En el seminario de Boston obtuvo el grado de doctor en Teología, adquiriendo las bases teológicas que sostenían sus conceptos sociales y estudiando la obra de Walter Rauschenbosh Christianity and social crisis. En esta obra aprendió que, para que la religión fuese importante para el hombre, además de tratar con el reino espiritual, tenía que involucrarse con el medio material del mismo. En uno de sus discursos, durante el boicot al transporte en Montgomery, dijo: "la sangre puede correr por las calles de Montgomery antes de que obtengamos nuestra libertad, pero debe ser nuestra sangre y no la de los blancos. No debemos lastimar ni un cabello de nuestros hermanos blancos." En Boston estudió también la vida y las técnicas pacifistas de Gandhi.

Los eventos de la ciudad de Montgomery marcaron el fin de la confianza que los activistas de los derechos civiles habían depositado en los procesos jurídicos como estrategia principal del cambio, y aceleraron el empleo de la acción directa no violenta como forma de someter a prueba las leyes con el fin de cambiarlas. De Montgomery surgió la iniciativa que llevó a King, en 1957, a reunirse con los representantes de otras 22 comunidades sureñas de Atlanta que fundaron la Conferencia de Líderes Cristianos del Sur que solicitó de inmediato al presidente Eisenhower que convocara a una conferencia sobre los derechos civiles en la sede del gobierno federal, solicitud que no obtuvo respuesta.

El exitoso activismo pacifista promulgado en Montgomery, tuvo numerosos adeptos en todo el sur, quienes aportaron novedosas formas de protesta, como el boicot hecho por los negros de Tuskegee, Alabama, contra los comerciantes blancos.

La fuerza del voto negro se había convertido en un factor clave en la campaña para obligar al Congreso a pronunciarse sobre el problema de la discriminación, como ya lo habían hecho la Suprema Corte de Justicia y el presidente. En 1957, el senador texano Lyndon B. Johnson, rompiendo con la tradición sureña, condujo a través del Congreso la primera Ley de Derechos Civiles emitida desde el periodo de la Reconstrucción. Como coordinador del Comité Presidencial para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo, Lyndon Johnson se presentó como activo defensor de un mercado laboral sin distinciones étnicas. En la primavera de 1963, ya como vicepresidente, aconsejó a John F. Kennedy que enviara al Congreso una nueva Ley sobre Derechos Civiles, y que realizara una gira por los estados del sur para comunicar a la población blanca su oposición a la discriminación, y su desaprobación hacia la inmoralidad e ilegalidad de los actos en que incurrían los cristianos sureños. Ese mismo comité se encargó de aprobar otra ley que prevenía contra la negativa a conceder sus derechos electorales a los negros. Tres años después, el Congreso reafirmó su interés en esta cuestión al aprobar una segunda Ley de los Derechos Civiles, pues era un hecho que en 1962 los negros sumaban ya más de 17% de la población en edad de votar en las 25 ciudades más grandes del país.

La atención de la ANPPC se había centrado en la lucha legal por la desegregación del sistema educativo y había logrado la modificación de ciertas disposiciones que impedían el ingreso de estudiantes negros a universidades blancas. El siguiente paso fue luchar por la integración racial en la educación pública elemental, pero el gobierno republicano de fines de los cincuenta no prestó mucha atención a esta demanda, lo que llevó al gobernador de Arkansas, en 1957, a solicitar el apoyo de la Guardia Nacional para evitar la integración en la escuela secundaria de Little Rock, partiendo de la base de considerar tal acto como una amenaza para el orden público.

La acción de los Comités de Representantes del Congreso también fue muy importante para la desegregación, ya que emitieron una serie de ordenanzas dirigidas a las representaciones estatales y al sistema educativo nacional, que fueron determinantes. El Comité de Educación y Trabajo, por ejemplo, ordenó la suspensión de entrega de fondos federales para la construcción de escuelas segregadas.

La comunidad afronorteamericana tuvo mucho que ver con el triunfo de John F. Kennedy, en las elecciones que lo llevaron a la Casa Blanca en 1961; algunas acciones previas a las elecciones le permitieron captar la atención y obtener el voto de esa comunidad: cuando Martín Luther King Jr. fue sentenciado a cuatro meses de trabajos forzados en una penitenciaría de Georgia, por una mera cuestión técnica, Kennedy se puso en contacto con la esposa del doctor King para expresarle su solidaridad. Poco después, Robert Kennedy logró la liberación del ministro. Kennedy no dejó duda de que apoyaba la decisión de la Suprema Corte en el caso Brown, en favor de la desegregación. Asimismo nominó a un número respetable de negros para ocupar altos puestos, entre ellos la nominación de Thurgood Marshall, consejero general del NAACP, como el primer afronorteamericano Juez de la Suprema Corte de Justicia.

En febrero de 1960, un nuevo acontecimiento encendió la chispa que reanimaría la práctica de la resistencia pasiva: cuatro estudiantes negros del Tecnológico Agrícola de Carolina del Norte se sentaron en la barra de una fuente de sodas en la ciudad de Greensboro, negándose a abandonar el lugar si no eran atendidos. En menos de dos semanas este ejemplo se siguió en quince ciudades de cinco estados del sur, y en dos años había inundado toda la región. Estos sit in fueron rechazados con el uso de la violencia física y el acoso legal y se produjeron también encarcelamientos masivos, aunque muchos de los restaurantes consintieron en la integración de manera voluntaria o por sugerencia legislativa o judicial. El éxito de los sit in animó a los negros a seguir usando el método de la acción directa no violenta en otras áreas donde persistía la discriminación. 

En febrero de 1961, James Farmer, un activista de los derechos civiles y veterano de la lucha por la integración, se convirtió en el director nacional del Congreso para la Igualdad Racial y de inmediato anunció las "marchas de la libertad" -por un grupo trece viajeros, seis blancos y siete negros- a través del territorio sureño con el fin de constatar el grado de discriminación racial en las estaciones de transporte público. El viaje se iniciaría en la ciudad de Washington y terminaría en Nueva Orleans.  Este tipo de marchas lograron su propósito de acabar con la segregación en las terminales interestatales, aunque, como era de esperarse, algunas ciudades, se resistieron a la integración con acciones violentas. Las golpizas y persecuciones hicieron que otras organizaciones afines manifestaran su apoyo a los "viajeros de la libertad" y protestaran por el uso de la violencia.

El gobierno federal, presionado por la opinión pública, tuvo que intervenir en favor de los integrantes de la comitiva. El presidente se vio obligado a promover los derechos civiles, por lo que puso al vicepresidente Johnson a la cabeza de un Comité por la Igualdad de Oportunidades de Empleo que se encargaría de equilibrar el ingreso al mercado de trabajo de las diferentes comunidades étnicas.

El comité logró que la AFL‑CIO y los presidentes de más de cien organizaciones laborales firmaran el Programa Sindical de Prácticas Justas, que obligaba a los sindicatos a acabar con sus locales segregados, a aceptar todas las solicitudes de trabajo que se les presentaran sin distinción de raza, color o credo y se obligaban a trabajar con el fin de lograr acuerdos no discriminatorios en todos los contratos en los que tuvieran injerencia.

En el sur los encargados de llevar a cabo la inscripción de los votantes se valían de una serie de ardides que iban desde la intimidación hasta la demanda de pruebas injustas e ilegales para negar a los negros su derecho al voto. Allí donde los negros dependían de los bienes y el crédito de los patrones blancos para subsistir, no iban a ejercer su derecho al voto por el temor de perder su sustento. Así es que, a pesar de las leyes en favor del derecho electoral, cientos de miles de afronorteamericanos del sur no podían sufragar.

La lucha por la integración racial de las universidades blancas del sur persistía; un caso muy sonado se dio en la Universidad de Mississippi en septiembre de 1962 cuando el juez de la Suprema Corte ordenó la admisión del estudiante negro James H. Meredith, a la Universidad del estado. El gobernador Ross Barnett, intentó por todos los medios a su alcance impedirlo, al grado que se tuvo que recurrir a la federalización de la Guardia Nacional para sofocar los disturbios. Al año siguiente, tan sólo un estado de la Unión (Alabama) no había registrado a ningún negro en el sistema estatal de educación.

Paralelamente se desarrollaba una política habitacional que pretendía crear núcleos comunitarios integrados. Para este fin se emitió una orden, en 1962, que prohibía la discriminación en la compra o venta de propiedades federales, así como el financiamiento de proyectos habitacionales con fondos federales a aquellos que contemplaran alguna forma de discriminación. La medida permitió la creación de algunas comunidades étnicamente integradas que marcaron el inicio de un largo proceso.

Cien años después de que entró en vigor la proclama que abolía la esclavitud, Martin Luther King Jr. anunció la marcha a Washington con el propósito de presionar al Congreso para que aprobara una Ley de Derechos Civiles lo suficientemente fuerte para garantizar que la comunidad afronorteamericana no siguiera siendo tratada como de segunda clase. La manifestación se llevó a cabo en agosto de 1963 y, ante un auditorio calculado entre 200 y 250 000 asistentes, King pronunció su famoso discurso "Tengo un sueño": "Sueño con que un buen día nuestro ser se eleve para vivir en concordancia total con nuestro credo: todos hemos sido creados iguales."

La marcha a Washington fue la culminación del movimiento por los derechos civiles, y el discurso de King se convirtió en la utopía por lograr una comunidad étnica y socialmente integrada. Fue tal vez la manifestación de protesta más grande que se haya visto en Washington. No obstante la magnitud de esta demostración, era claro que el Congreso no aprobaría la ley en esa sesión.

La muerte del presidente Kennedy y la llegada a la silla presidencial del vicepresidente Lyndon B. Johnson, marcan un cambio importante en las tácticas políticas, en favor de los derechos civiles. La popularidad que alcanzó Johnson por su abierto apoyo a cualquier medida en favor de los derechos civiles, por la apertura de las arcas federales en apoyo a la educación y al transporte público, así como su famosa "guerra a la pobreza", se reflejó en las elecciones de 1964 cuando obtuvo la presidencia derrotando a su oponente, el senador por Alabama, Barry Goldwater, con uno de los márgenes más amplios que se recuerdan en la historia de Estados Unidos.

El Acta de los Derechos Civiles firmada en julio de 1964 por Johnson, fue quizá el mayor logro alcanzado por los liberales en esa década. La ley incluía la prohibición expresa de discriminar en sitios públicos y en los empleos. Su interés fundamental era lograr la igualdad legal en una región en donde no existía.

En tanto Martin Luther King Jr. recibía el Premio Nobel de la Paz, por su lucha por la adquisición plena de los derechos políticos de los negros, la segregación cobraba nuevas víctimas en Mississippi, donde desaparecieron tres activistas, caso que se convertiría en la muestra patente de la resistencia que ofrecía la sociedad sureña en su afán desesperado por impedir la integración.

En 1967 fue electo el primer alcalde negro, y el estado de Mississippi incluyó en su legislatura al primer representante negro. También fue el año en que Thurgood Marshall fue nombrado juez de la Suprema Corte. Para 1968 la participación de los afronorteamericanos en la política llegó a sumar 80 representantes de la comunidad en puestos de elección en el sur. El número de cargos públicos ocupados por afronorteamericanos sobrepasaba los 400 en los once estados de la vieja confederación. La última ley firmada por Lyndon Johnson, aludiendo a los derechos civiles, fue la Ley de Vivienda Justa, que prohibía la discriminación racial en cualquier transacción de compra o renta de habitaciones en todo el país.

Este tipo de promoción política llevó a King a Alabama donde anunció la actividad que se convertiría en el clímax de su campaña: una marcha de protesta desde Selma hasta Montgomery, en el estado de Alabama. Los recursos de que echaron mano quienes intentaron impedir esta marcha fueron casi ilimitados, incluso el gobernador Wallace participó tratando de sabotearla, argumentando que un acto de esta naturaleza impediría el tráfico en las carreteras. A pesar de todo ello, King y algunos dirigentes de otras organizaciones, iniciaron la marcha con 600 manifestantes. En marzo de 1965, el presidente Johnson se presentó ante el Congreso con el propósito de apoyar, con un emotivo discurso, la Ley Electoral que fue aprobada en agosto de ese año.

Martin Luther King Jr. fue asesinado el 4 de abril de 1968, en Memphis, Tennessee, cuando el Movimiento por los Derechos Civiles había entrado en una etapa en que se comenzaban a aplicar las reformas legales obtenidas tras una década de lucha.

Dos de los elementos importantes en la formación de la nueva imagen que de sí mismo tuvo el negro, fueron la aceptación de su origen remoto y su creciente nacionalismo. 

EL NACIONALISMO NEGRO

Junto con la integración racial y su alianza con los liberales, el Comité Coordinador Estudiantil No Violento (SNCC) abandonó también la no violencia, que más que un principio filosófico había sido una estrategia táctica. La importancia dada por el gobierno al control político de los negros y la complacencia de la sociedad blanca en este asunto, dieron como resultado que la comunidad negra adoptara una política de separación racial y de autosegregación.

Si bien los disturbios raciales se originaron en el sustrato socioeconómico pobre de los barrios negros, es necesario resaltar que su origen ideológico provino del movimiento nacionalista del llamado Black Power, cuyo pensamiento anticonformista se asocia con las limitaciones de las reformas jurídicas que pretendían modificar la actitud de los distintos sectores sociales en lo tocante a derechos civiles. El rechazo a la segregación racial se expresó desde mediados de los sesenta en motines urbanos bajo el slogan del Black Power.

El nacionalismo negro recurrió a su etnicidad que lo vinculaba con África ‑como continente‑, es decir, se identificaba consigo mismo y con una mezcla de culturas. No puede dudarse de que el deseo de separación de los nacionalistas fuera genuino a causa del rechazo blanco, pero en su sentido más amplio sólo podía representar el regreso a África, lo cual era algo irrealizable pues se trataba de una población compuesta por millones de individuos, además de que la idea ya había demostrado su inoperancia en experiencias anteriores. Esta idea provenía básicamente de la vida y del pensamiento de dos personalidades: Franz Fanon y Malcolm X.

Malcolm X (Al Hajj Malik Al Shabazz), nació y creció en orfanatorios; muy tempranamente se involucró con el hampa y las drogas por lo que en 1946 fue llevado a juicio dictándosele una sentencia de diez años de cárcel, Allí conoció a los integrantes del Lost‑Found Nation of Islam, secta de musulmanes negros dirigidos por Elijah Mohammad, con quien Malcolm estableció contacto. Al ser liberado bajo palabra, en 1952, Malcolm se convirtió en predicador de esta filosofía que consideraba al mundo cristiano como inherentemente maligno y del que los negros se tenían que separar para poder sobrevivir. Convertido en ministro de la fe, fundó una mezquita en Filadelfia, y editó el periódico Muhammad Speaks. Poco tiempo después se mudó al Harlem neoyorkino en donde se dedicó a pregonar el separatismo racial, la autodefensa negra y el rechazo a participar en una sociedad blanca decadente. Su popularidad lo convirtió en una amenaza para muchos de los líderes musulmanes quienes, molestos por sus declaraciones, lo expulsaron de la secta, lo que Malcolm aprovechó para fundar su propia institución. En esta época ya había realizado una peregrinación a La Meca y se había cambiado el nombre por uno árabe. Asimismo, había modificado sus ideas aceptando la posibilidad de que no toda la sociedad blanca fuera maligna e incluso había consentido en que algunos grupos de progresistas blancos pudieran incorporarse a la lucha de los negros. Su vida, la evolución de su filosofía y su muerte violenta, dejaron honda huella en el pensamiento afronorteamericano.

Ante el negro avergonzado, Malcolm pregonó el orgullo racial; para los desesperanzados de la Norteamérica racista, alentaba el separatismo racial ‑ya fuera mediante el retorno a África o bien ocupando porciones del territorio norteamericano. Mientras la policía reprimía a los miembros de la SNCC en Mississippi, Malcolm declaraba: "Si alguien osa poner una mano sobre ti, mándalo al cementerio." Y, en tanto algunas organizaciones afronorteamericanas ponderaban algunas de las acciones legislativas en favor de los negros, él decía: ''Si no quieren tratar con el Partido Democrático de la Liberación de Mississippi, entonces les daremos algo más con qué tratar." Malcolm se sostuvo hasta su muerte como un nacionalista, a pesar de que durante los últimos años de su vida suavizó su concepción respecto al papel de los blancos en la lucha por los negros.

El Partido de los Panteras Negras surgió en Oakland, California, en 1966, en respuesta a la brutalidad policiaca y a otras formas de represión racial. Se inspiraba en la filosofía de Malcolm X. Sus fundadores fueron Huey P. Newton, nativo de Luisiana, y Bobby Seale, de Texas, quienes adoptaron un programa de acción de diez puntos. Demandaban, entre otras cosas, una política de pleno empleo para la comunidad afronorteamericana, la restitución de los daños ocasionados por los años de opresión, una educación que correspondiera a las necesidades de los negros, la apertura de los cuarteles para los negros, jurados negros para los juicios de negros, el fin de la brutalidad policiaca, y poder económico y político. Insistían en el lema "el poder para el pueblo", y en la necesidad de aplicar una economía socialista y de garantizar educación y alimentación adecuadas para niños y jóvenes. Sostenían que la única forma de lograr sus demandas era mediante la confrontación armada.

Otro grupo que compartía la filosofía de los panteras, era el Movimiento de Acción Revolucionaria, para quienes la sociedad norteamericana blanca era esencialmente el poder imperial que sometía a sus habitantes negros a una esclavitud que recordaba a la colonia. Su ideología se basaba en las obras de Jomo Kenyatta y de Franz Fanon, especialmente de Los condenados de la tierra, del segundo, en la que el destino de los revolucionarios era movilizar a los pueblos coloniales y dirigirlos contra sus opresores. Adoptaban esta idea, argumentando que los guetos eran análogos a las colonias y que algún día serían liberados. Por ello, esta obra de Fanon se constituyó en el ideario de los militantes nacionalistas para su apología de los motines de los guetos.

Dos portavoces excepcionales del nacionalismo revolucionario fueron Stockely Carmichael y Hubert G. Brown, conocido como "Rap" ‑apodo que le venía por su facilidad para comunicarse con sus "hermanos" de la calle a pesar de tener una educación universitaria‑ y quien poco tiempo después reemplazaría a Carmichael como coordinador del SNCC. Su credo correspondía, más que ningún otro, al de Fanon y de Malcolm X. En un mitin en Maryland ante una audiencia calculada en 300 espectadores, declaró: "Si Estados Unidos no cambia, lo vamos a incendiar [...] Los blancos hablan del saqueo de los negros, cuando ellos son los mayores saqueadores del mundo, saquearon África, despojaron a los indios de su territorio [...] No se puede robar a un ladrón."

Si Martin Luther King apelaba a la filosofía del cambio, tanto Malcolm X, como Huey P. Newton y "Rap" Brown, manejaban el lado práctico del pensamiento. Carmichael, el otro dirigente reconocido del movimiento, mantenía una posición pluralista, admitiendo que el "Poder Negro" era también una cuestión cultural. Consideraba que la tarea fundamental del pueblo afronorteamericano era dar a sus raíces culturales su verdadera dimensión, redescubriendo la herencia africana y aprendiendo la historia de su pueblo. Había que insistir en que lo negro era bello, para resaltar los aspectos positivos de la cultura y la historia negras. La otra tendencia ‑la de la integración‑ de acuerdo a Carmichael, era un subterfugio para mantener la supremacía blanca.

Hasta finales de 1969, las actividades de los Panteras Negras fueron visibles, sin embargo, su vocación pacifista duró poco, pues en 1969 desecharon su línea nacionalista para adoptar el marxismo‑leninismo como su filosofía, a la vez que declararon su interés por sumarse a la lucha popular contra el capitalismo y el imperialismo.

Como en el Movimiento de los Derechos Civiles, la fase nacionalista duró solamente unos cuantos años. Los brotes de violencia surgidos en Chicago, Washington y Baltimore, a la muerte de Martin Luther King Jr., en abril de 1968, anunciaban su próxima desaparición.

La pobreza, las carencias del sistema educativo, el desempleo y el subempleo, más el discurso nacionalista, fueron algunas de las causantes de dos fenómenos de los años sesenta: la violencia callejera, y el grito demandante del “Poder Negro”. Desde 1965, se habían suscitado una serie de protestas raciales, pero a principios del mes de agosto de 1967, el país se estremeció al tener noticia de la violencia desatada en el barrio de Watts, un área de la ciudad de Los Angeles, a raíz del arresto de un joven negro al que se acusó de conducir en estado de ebriedad y a quien se trató con extrema brutalidad. Después de un largo día de tensiones, en que las multitudes gritaban "¡Burn, baby, burn!'' (¡Arde, nene, arde!) se desató la violencia que devastó el área.

Más de la mitad de la Guardia Nacional tuvo que intervenir para controlar el motín. Los seis días de saqueo dejaron como resultado 39 muertos, más de 900 heridos, 3 500 arrestados, y daños materiales por aproximadamente 225 000 000 de dólares. Como en muchos otros casos, el estallido social se inició como una manifestación de odio, pero con raíces mucho más profundas. El desempleo en el barrio de Watts había llegado a un desproporcionado 30% de la población económicamente activa y a las privaciones económicas había que añadir la hostilidad acumulada contra la policía.

El espíritu de Watts alcanzó a muchas otras ciudades, viviéndose en 1967 el peor verano ‑en materia de disturbios raciales‑ del que se tenga memoria en Estados Unidos.

La respuesta del gobierno a estos hechos sangrientos fue la creación de una Comisión Nacional Asesora de Desórdenes Civiles, que investigaría y haría recomendaciones especiales para cada uno de los casos estudiados, presentando sus resultados a Lyndon B. Johnson. En ellos se señalaba el alto índice de criminalidad existente en las comunidades negras (a veces, 35 veces más alto que en los barrios blancos); la falta de servicios sanitarios y de servicios municipales en estos barrios, y la mortalidad infantil, 58% más alta que la de los blancos. La mayoría de los vándalos eran jóvenes entre los 14 y los 24 años, estudiantes de secundaria, rebeldes, residentes del gueto, y que poseían un creciente orgullo racial y una hostilidad declarada hacia las clases medias negra o blanca, y una desconfianza total hacia los sistemas político y policial.

LOS MUSULMANES NEGROS

El movimiento de los musulmanes negros era tan religioso como secular. Sus adeptos sostenían que Alá había renacido en su mensajero Elijah Muhammed, nacido en Georgia sesenta años antes. En la década de los treinta, E. Muhammed había establecido su centro de actividades en Chicago, bautizándolo con el nombre de “La Nación del Islam”, y hacia 1963 había logrado expandir su doctrina a cerca de 30 estados, con una membresía de aproximadamente 50 000 miembros. Con el propósito de lograr su autosuficiencia, los musulmanes pregonaban su laboriosidad y esmero en diferentes tareas; una de sus metas era establecer sus propias tiendas. Un aspecto positivo dentro de sus actividades fue que consiguieron rehabilitar a muchos de sus seguidores que habían sucumbido al alcohol y a las drogas; creaban en sus miembros un sentido de dignidad y elevaban su autoestima. Además de seguir la fe islámica y de practicar una ideología de reivindicación de los valores propios, se consideraban como una nación separada de Estados Unidos, y no participaban en los asuntos políticos ni ejercían su derecho al voto. Esta resistencia a aceptar los valores de la sociedad blanca norteamericana se hizo patente en su rechazo de los apellidos de sus "amos cristianos de la esclavitud". A pesar de esta actitud de desdén de los valores de los blancos, pensaban que en los negros estaba también el origen de su propia decadencia pues, según los musulmanes, se habían permitido caer en el autodesprecio por la opresión y la discriminación de la sociedad blanca y, por tanto, no podían ayudarse a sí mismos; estos complejos tenían que superarse y el Islam indicaba el camino.

Juan Manuel de la Serna, Los afronorteamericanos (Historia y destino), México, 1994, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, pp. 71-117.


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