Lemus Delgado, Daniel y Claudio Morales
Sandoval, Historia Moderna y Contemporánea... (Fragmento)
La Baja Edad Media
Si la palabra expansión nos ayuda a tener una
idea clara de lo que significó la vida en Europa durante los siglos
X al XIII, el concepto de crisis nos ayuda a comprender mejor lo que
fue la Baja Edad Media. Piensa que después de tres siglos de
crecimiento a partir del siglo XIV se produjo una crisis general en
Europa que sumió a la población a duras condiciones de vida, hasta
que se volvió a experimentar una lenta recuperación a finales del
siglo XV.
Esta crisis ha sido explicada por los
historiadores como la "trilogía medieval", representada
por el hambre, la peste y las guerras, fenómenos que en su época
fueron interpretados como castigos divinos en una sociedad que no
entendía, ni podía explicarse, por qué los alimentos ya no eran
suficientes para todos los habitantes y la gente literalmente moría
de hambre, a causa de no tener qué comer; por qué llegó una nueva
enfermedad, totalmente desconocida en Europa hasta ese momento, que
podía acabar en un par de meses con la mitad o más de los
habitantes de un pueblo; o por qué los conflictos entre reinos se
prolongaban tantos años en guerras que parecían no tener final.
A nosotros personas del siglo XXI, nos parece
difícil entender cómo estos fenómenos podían ser asimilados por
las personas del siglo XIV. Nuestra forma de pensar se basa en el
raciocinio y se pretende encontrar una explicación científica de
los fenómenos naturales y sociales. Pero no olvides que en esta
época la ciencia como tal no existía, la ignorancia estaba muy
extendida, eran pocos los que podían leer y más pocos aún los que
asistían a una universidad; por lo tanto, las personas buscaban las
explicaciones en fenómenos sobrenaturales. Probablemente, este
periodo fue como pocos en la Historia: uno en que se convivía
cotidianamente con la muerte, en que la seguridad en los bienes las
personas era muy limitada, en el que la existencia adquiría tintes
dramáticos con el afán de sobrevivir en un mundo oscuro, incierto,
fanático y violento donde reinaba el caos.
La primera manifestación de la crisis se trató
de una crisis demográfica expresada en un desequilibrio entre 1a
producción y los recursos. Los historiadores piensan que el origen
de esta crisis se encuentra en la presencia de oleadas sucesivas de
hambruna, seguidas de la disminución de la población. Recuerda que
en siglos anteriores la población europea se duplicó alcanzando una
alta densidad de población. La forma en que esta población fue
alimentada ya la conoces bien: innovaciones tecnológicas, expansión
de las tierras cultivables, sistema de rotación trienal. Sin
embargo, estas innovaciones fueron insuficientes cuando la población
siguió creciendo; en otras palabras, los avances tecnológicos,
aunque importantes, no fueron suficientes para producir la cantidad
de alimentos que se necesitaba y al inicio del siglo XIV la
agricultura se estancó: la producción había llegado a su límite.
Se cultivaron más tierras, pero muchas de ellas no eran las más
aptas para la producción agrícola; los suelos más ricos fueron
sobreexplotados hasta provocar su agotamiento. La tierra ya no
producía todo el alimento que necesitaba una población en
expansión.
Esta crisis agrícola tuvo sus repercusiones en el
ámbito económico. Tú sabes muy bien que cuando un producto escasea
aumenta su precio. Y esto sucedió en esta época: la crisis de
producción tuvo un impacto negativo, se extendió la escasez de
alimentos y se experimentaron aumento en los precios y en los
salarios.
Asimismo, la población en su conjunto no pudo
consumir la misma cantidad de alimentos que en generaciones
anteriores, por lo que la hambruna estuvo presente en la mayor parte
de la población ocasionando un estado crónico de malnutrición y
favoreciendo que los organismos, inmunológicamente débiles,
estuvieran más propensos a las enfermedades. ¡Se calcula que en
algunas regiones de Europa el promedio de vida descendió a tan sólo
20 años!
En estas circunstancias la llegada de nuevas
enfermedades resultó catastrófica. Una de ellas, la peste negra,
había llegado de Oriente al parecer trasladadas por unas ratas en un
barco genovés. A mediados del siglo XIV, se había extendido por
toda Europa occidental diezmando a la población. Junto con la peste
otras enfermedades dañaban a la población: tifus, cólera y
tosferina. Pero aunque se habla de una crisis demográfica, este fue
un fenómeno local, de una población o una comarca. Lo que quiere
decir que en ocasiones podía presentarse en un poblado, pero en
otro, a corta distancia y separado geográficamente por una montaña
o un río, no la padecía, debido al aislamiento en que vivían las
pequeñas comunidades rurales. En cambio, la población urbana fue la
que más padeció debido a la concentración de la población, al
hacinamiento y falta de higiene. La epidemia se propagaba más en el
verano mientras que en el invierno parecía no avanzar. La muerte
arrasaba por igual, tanto a nobles como plebeyos, a sacerdotes como
obispos, a hombres, mujeres y ancianos. Un historiador ha calculado
que la población europea descendió de 73,5 millones en 1350 a 50
millones en 1450. Países como Francia, España, Inglaterra e Italia
perdieron entre el 25 y el 30% de la población.
Ante estos hechos, frecuentemente se extendía el
temor y ocurrían actos colectivos de desesperanza y pesadumbre.
¿Puedes imaginar una situación como esta?: en algunos poblados la
peste dio origen a revueltas populares, mientras que en otras la
incomprensión dio paso a matanzas de personas inocentes, como las
que padecieron algunas comunidades judías perseguidas por la
muchedumbre o personas que fueron condenadas acusadas de brujería
ante la Inquisición. Los sacerdotes llamaban al arrepentimiento
colectivo y los predicadores exhortaban la conversión a través de
inflamantes sermones apocalípticos. Bandas de flagelantes vagaban de
aldea en aldea extendiendo el miedo y el temor. La vida cotidiana se
convertía en una tragedia permanente.
El tercer fenómeno que ocasionó la mortandad
fueron las guerras, que provocaban la destrucción de las cosechas,
la inseguridad de los caminos, el saqueo de las poblaciones y la
extensión de las epidemias. Los ejércitos, aunque eran reducidos en
comparación con otras épocas, contaban con armas de mayor poder
destructivo. Su motivación para ir a la guerra era la promesa de
recompensas derivadas por el botín obtenido por vencer a los
enemigos.
Entre estos conflictos, el más prolongado fue la
Guerra de Cien Años, que enfrentó a ingleses y franceses en un
conflicto bélico con interrupciones entre los años de 1337 a 1453,
el cual consolidó un sentimiento de unidad y fortaleció el poder de
estos monarcas sobre sus respectivos feudos. El origen de la guerra
fue la muerte del rey Felipe III, de Francia, sin descendientes
varones. Entonces dos familias reclamaron el trono para sí: los
Valois, que presentaron como heredero al sobrino de Felipe y Eduardo
III rey de Inglaterra, quien también tenía un sobrino con
aspiraciones al trono.
En el fondo, esta sucesión fue el pretexto porque
tanto ingleses como franceses estaban interesados en controlar el
ducado de Flandes, hoy en día Bélgica, debido al vigoroso comercio
que representaba esta región y Francia quería apoderarse del ducado
de Aquitania, bajo protectorado inglés, con sus lucrativos viñedos
y su puerto de Burdeos. La guerra se prolongó más de lo esperado,
con periodos relativos de paz y preparación para reanudar la guerra;
en estas circunstancias, sumadas por la peste y los excesos de
impuestos, generaron revueltas campesinas en Francia, una de las
cuales fue sometida violentamente por los mismos ejércitos reales
ocasionando la masacre de más de 20 mil personas. La guerra finalizó
hasta 1453 cuando un ejército francés mejor dotado por el uso de la
moderna artillería, expulsó a los ingleses de Normandía, Aquitania
y Calais en 1453.
La crisis demográfica y económica a la Postre
favoreció la consolidación de las monarquías nacionales, que
obtuvieron mayor poder a costa del debilitamiento de los señores
feudales. Este fortalecimiento se debió a la creación de ejércitos
profesionales en los cuales 108 soldados obtenían una paga directa
por sus servicios –aunque en ocasiones este pago no era otro que el
derecho a saquear las poblaciones–; sin embargo, el punto es que
lentamente se sustituyó el concepto de lealtad para apoyar al rey
por el de contrato, un servicio específico para la guerra. Asimismo,
las monarquías se consolidaron por establecimiento de la corte en un
lugar fijo, pues antes los reyes tenían una corte itinerante, que
establecía las funciones de gobierno de un lugar a otro. Se creó,
asimismo, un cuerpo especializado para las relaciones con otros
reinos, los embajadores. Y se mejoró la administración del
territorio, cobrando impuestos y aplicando la ley funcionarios en
nombre del rey, en comparación del sistema feudal que delegaron
estas funciones al señor feudal.
Los reyes no sólo aspiraron a controlar a los
señores feudales sino que también pretendieron influenciar los
asuntos eclesiásticos e imponer su autoridad sobre la jerarquía
eclesiástica de sus reinos. Lejano era el tiempo en que los papas
coronaban a los reyes, más bien, los reyes deseaban coronar a los
papas. En este contexto, ocurrió el Cisma de Occidente, entre los
años de 1309 a 1407, en el que se rompió la unidad de la Iglesia
Católica Romana. Recuerda que un rasgo de la civilización
occidental en la época medieval fue la unidad a partir del
cristianismo, mantenido por jerarquía de la Iglesia. En el año 1054
se produjo el Cisma de Oriente, es decir, la separación de la
iglesia con sede en Bizancio y encabezada por un patriarca y la
Iglesia de Roma, a partir de entonces los cristianos de Oriente se
llamaron ortodoxos (palabra de origen griego que significa opinión
correcta). Sin embargo, en el Cisma de Occidente la Iglesia de Roma
se separó debido a las intenciones de los reyes de controlar al
papado, de tal manera que en este periodo se tuvo hasta la presencia
de tres papas al mismo tiempo. Aunque al final de cuentas las
diferencias se resolvieron, el poder temporal de los papas quedó muy
debilitado.
Fuente: Lemus Delgado, Daniel y Claudio Morales
Sandoval, Historia Moderna y Contemporánea desde la fragmentación
del sistema feudal hasta el Congreso de Viena, México, 2007,
editorial Limusa, Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de
Monterrey, pp. 42-69.
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